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viernes, 5 de enero de 2024

Poema del día: "Dos prolegómenos para una canción", de Eunice Odio (Costa Rica, 1919-1974)

I
En mi oído se reclina el agua.

No se desploma, no,
que tiene mi corazón
anchas ventanas,

y en mi oído

reclinada

el agua

corre
por dentro
y canta.


II

Se oye el agua reclinándose
en el musgo.
Es la semilla alegre
del agua
que descansa
o el día hilando
el pequeño desnudo
de los pájaros.
Se oye el cristal agreste
desatando en el alba
su corriente,

es el rocío que hiere
con su pata celeste…

…escucha

se ha quedado sola como mi desnudez
la rama.

Es que regresa al aire la azucena,
es que cae el aroma

¡calla!

que en mi oído reclinada

el agua

canta.

Eunice Odio en Este es el bosque: 25 poemas (Editorial La pollera, Chile, 2021, ed. de Vicente Undurraga).

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jueves, 30 de noviembre de 2023

Poema del día: "Declinaciones del monólogo", de Eunice Odio (Costa Rica, 1919-1974)

I
Estoy sola,
muy sola,
entre mi cintura y mi vestido,
sola entre mi voz entera,
con una carga de ángeles menudos
como esas caricias
que se desploman solas en los dedos.
Entre mi pelo, a la deriva,
un remero azul,
confundido,
busca un niño de arena.
Sosteniendo sus tribus de olores
con un hilo pálido,
contra un perfil de rosa,
en el rincón más quieto de mis párpados
trece peregrinos se agolpan.

II
Arqueándome ligeramente
sobre mi corazón de piedra en flor
para verlo,
para calzarme sus arterias y mi voz
en un momento dado
en que alguien venga,
y me llame...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
Bajo,
desciendo mucho más,
¿quién me encontrará?
Me calzo mis arterias
(qué gran prisa tengo),
me calzo mis arterias y mi voz,
me pongo mi corazón de piedra en flor,
para que en un momento dado
alguien venga,
y me llame,
y no esté yo
ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo,
y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.

                                             Marzo, 1946
                                             San José, Costa Rica

Eunice Odio en Este es el bosque: 25 poemas (Editorial La pollera, Chile, 2021, ed. de Vicente Undurraga).

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jueves, 26 de octubre de 2023

Poema del día: "Si pudiera abrir mi gruesa flor...", de Eunice Odio (Costa Rica, 1919-1974)

      Yo no me dejaré humillar por las cosas irracionales:
      penetraré lo que hay en ellas de sarcasmo hacia mí;
      haré que las civilizaciones y ciudades se me rindan.
                                                                         Whitman

                   En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre
                   no quiero acordarme.
                                                                        Cervantes

                                                Anita andaba en el sueño
                                                con zapatos de vigilia,
                                                ¡ay, Anita, por tus pies,
                                                te van a negar el día!
                                                                                E.O.

Si pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,

su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos

para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,

esta reunida sombra,
esta orilla de silencio

que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.
Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar;

y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.

¿Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden

por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra?

Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa

en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,

y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.

Sin embargo,

no puedo desnudarme los pies en esta casa,
ni poner sobre la mesa el corazón.

Pero puedo abrirme como una flor,

y saltar desde los ojos para verme,

abierta al sol.

                                                     Junio 12, 1946
                                             Granada, Nicaragua

Eunice Odio en Este es el bosque: 25 poemas (Editorial La pollera, Chile, 2021, ed. de Vicente Undurraga).

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martes, 21 de septiembre de 2021

Poema del día: "A 100 km/hora", de Carmen Quintero Valverde (Costa Rica, 1988)

Los faros se prenden
en el mar de secreciones nocturnas.
Sobre la arena del desierto
trepa la luna azul.
¿Viste la sombra?
En la pizarra está mi sueño:
el muchacho con cuernos
lame mi frente.
Despierto asustada con
cuerpos rotos en el firmamento.
Apegados al pecho de los perros,
nos duele morder y
succionar.
Hace unos años,
desde el último piso,
vi la ciudad desierta,
insignificante…
El pájaro termina su cena,
acaricia su cuerpo.
Lacerado por alambres,
en la cima, él le dijo
—Todo esto te daré—,
pero… ¿cómo lo iba a desear?
¡La tierra parece más seca!
Vimos los grandes reinos,
pero todo está muerto.
Bajé del monte,
me acerqué a un cementerio.
La tumba de mi abuelo era la más pequeña,
la más pobre,
la tierra trenzaba sus mandíbulas.
—Todo esto te daré, si postrado me adorares—
Pero, ¿cómo lo podría desear?
Sueños de ángeles de collage
adheridos a su cabello.
Lo encontré
en el suelo de un baño público
y mis manos llenas de mugre.
Yo, joven y terco,
hombre mujer,
vi mi género arrancado
y los ángeles violándolo.
En la mesita de noche está escrito
a 100 km por hora
ha caído el hijo,
¡perdido!
en una bolsa de escarcha,
¡hasta asfixiarse en brillo!
Se corroe mi farsa,
mis labios de cobre.
Cien años a 100 km por hora.
¿Qué me queda?
¿Vas a lanzarte?
¡Ese es el número!

Carmen Quintero Valverde, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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miércoles, 11 de agosto de 2021

Poema del día: "Secretariat", de Sebastián Arce Oses (Costa Rica,1986)

A menudo
usamos la metáfora
de que somos
caballos de carrera

me aterra la idea
de pasar una vida
corriendo sin saber por qué

creo en el movimiento
pero las apuestas
que pesan sobre nuestro número
me arrebatan la cordura

no me imagino
como un caballo al que Bukowsky
apuesta su próxima botella
ni siquiera me imagino
atando mis tenis para correr por el barrio

tampoco declaro
que sea dionisiaco
el tipo que asume su barriga
como portavasos

tan solo digo
que me cuesta asumir
el mandato de las riendas
la competencia que te arroja
como una granada

Ignoro el lugar donde explotaré

no quiero llevar a nadie
en mis espaldas
si no habla mi lenguaje
de oprimidas libertades

si corro
que no sea en un circuito
de billetes y expectativas

que solo baste el reloj
tranquilo de mi respiración
el viaje sin ruta aparente
como el paseante que sale sin mapas
para perderse
en una ciudad nueva

Sebastián Arce Oses, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

martes, 13 de julio de 2021

Poema del día: "Cielo visto en anamórfico", de Pablo Segreda Johanning (Costa Rica, 1985)

El cielo como invento antiguo
indigente
cruzado por aviones y plegarias
el cielo presente entre las sábanas
incendiario
abriendo surcos
derramándose en las grietas
el cielo como vestigio del aliento
paladar ausencia grito
cruzando fronteras y epigramas
el cielo como calamidad
como fantasma
el cielo respirando en tus pulmones
neumotórax
dedicándose a la muerte
abrazando el fin
el cielo haciendo eco en tu diafragma
agitando excusas y caídas
el cielo como proverbio:
dejad que los niños vengan a mí
sin alas abiertas
a la espera
de sueños imposibles
el cielo acosado
por zepelines lentos
y preguntas
el cielo
así
de repente
tan colosal
tan sospechoso
como papalote levitando entre tus ojos
conspirando contra una cursilería
olvidada en el viento
el cielo soplando en tus entrañas
murmurando una mañana
en tus axilas
el cielo aquí y allá
tan poca cosa
tan distinto de nosotros
como el aire mismo
hecho eternidad

Pablo Segreda Johanning, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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domingo, 13 de junio de 2021

Poema del día: "Silencio por favor", de Silvia Piranesi (Costa Rica, 1979)

Huesos que ya no están donde los dejaste. Clavos y demás herramientas no funcionan. Todo suena, los pájaros heridos, las ramas secas, los ojos viejos en medio del colchón, todo suena a esta hora. Debería escapar cuando jugás a cortarme en pedazos alguna carne para ponerla en el sartén. Sonidos secos, hechos con vidrio. Colocamos oídos en todos los rincones, dentro de los bombillos, detrás de la lavadora, en los cepillos para el pelo o los dientes, en cada interruptor y alcantarilla. Los traemos al centro de inmediato. En cada vértebra hemos colocado un dispositivo del futuro, hace un sonido constante que los reúne a todos, los almacena, los clasifica, pero no siempre escuchamos, no siempre mantenemos la postura. A veces son agudos, engañosos, pero eso no nos alegra. Eso sólo nos amortigua.

Silvia Piranesi, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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martes, 11 de mayo de 2021

Poema del día: "Carbono 14", de Guillermo Acuña González (Costa Rica, 1969)

I
Iremos a recrearnos,
Vestidos de noche.
Seremos barco
En cualquier madera.
Llegaremos a sus costas,
Como sea.

II
Quiso
Desbaratar el sonido
De la métrica.
Ese bolero incompleto
Le enseñó
A salir de los colores
Sin hacer ruido.

III
Hay arenas
Que se baten
Con todas sus fauces.
Las edades son eso
Que somos:
El vidrio,
Su temperatura,
El cuerpo impreso a su sombra. 

Guillermo Acuña González, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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sábado, 10 de abril de 2021

Poema del día: "Llueven pájaros...", de Arabella Salaverry (Costa Rica, nacida en Nicaragua, 1946)

Llueven pájaros
Azotan las ventanas

Pájaros que son ángeles agobiados

Llueven pájaros
los tejados repiquetean mientras los pájaros
golpean contra el claro de luna

llueven ángeles
que son pájaros
para hablarnos desde el grito infernal
de su caída

llueven pájaros
saetas
flechas malheridas
llueven pájaros
habitantes desmesurados de las nubes

Estos pájaros que suelen ser ángeles
lloran este planeta que arderá
quemado por nuestro propio desatino

Estos ángeles que suelen ser pájaros
se llenan la garganta con arena
mientras escupen fuego

Sus palabras son entonces pedernales
que nos golpean desde la arremolinada soledad
de la ceguera

Arabella Salaverry, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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viernes, 19 de marzo de 2021

Poema del día: "La leyenda del beso", de Julieta Dobles Yzaguirre (Costa Rica, 1943)

Surgió en la radio:
zarzuela que resiente el tiempo
y los mitos ya prescritos
de condes y gitanos.
Iba a girar la perilla mordaza
frente a la caducidad del argumento,
cuando surgió, inmortal,
la música que mi padre amó.
Aquella cuya belleza no desaparece
porque es como la luna,
eternamente móvil,
inquieta y majestuosa,
rítmica y azulada.

Y la dancé, solitario vaivén,
junto a la presencia amada entre las notas:
mi padre alborozado por la música
que reflejaba orígenes y huellas.

encuentro con el amor sin adjetivos,
suspiro agradecido a la vida primera,
a la herencia infinita,
a la conjugación de alientos y de voces
de mi familia emigrante de dos siglos,
que aún recorre con delicia
esa música hispánica,
que nos canta en la sangre.

La vicisitud caduca,
el argumento envejece,
las fórmulas caen en el vacío
de los años y la palabra muerta,
pero la verdadera música,
y la poesía que trasciende,
hermosas emociones
de la belleza plena,
permanecen y enraízan
en lo humano,
árbol eterno del espíritu,
interminable cepa
de lo amado.

Julieta Dobles Yzaguirre, incluido en Defender la palabra: 22 poetas de Costa Rica (Buenos Aires Poetry, Argentina, 2019, selec. de Carolina Quintero Valverde).

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viernes, 7 de noviembre de 2014

Poema del día: "I-D-U", de Max Jiménez (Costa Rica, 1900-1947)

                                       Para Aviles Ramírez
La i, es un mástil sin velas;
batuta de una iglesia
en el ritmo de estrellas.
En i, ríen de nosotros
los otros que se olvidan
que están sobre la tierra.

La d, es gran señora
soportando su vientre:
preñez de aristocracia.

La U, es noble imán
que habita en la laguna
cuando riela la luna...

La Ñ, es una N
que ha levantado el vuelo.

La S, sensible sensitiva
como un trazo de sierpe.

La K, habla en kaki,
y hace pose de kanguro.

La e, vieja achacosa.

La a, es lo que somos.

En la T, murió Cristo;
de angustias es teatro.

La X, son los caminos
que nos parten la vida,
X placer
llevo en mi nombre.

La Q no está resuelta
es más incógnita que X.

La L, es todas, todas,
las heridas de la tierra:
y de lanzas y puñales...

La C, está incompleta.

Por debajo de la M
pasan todos los ríos de la tierra.

La O, es la tragedia;
risa hueca de payasos:
¡Oh, admirable,
sucesión de tragedias!
o, pupilas eternamente
abiertas de los muertos...

Max Jiménez en Sonaja (1936), incluido en Poesía centroamericana y puertorriqueña. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2013, ed. de Selena Millares).

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martes, 28 de diciembre de 2010

Marco Tulio Gardela nos habla de 'Casa Guanacaste', antología del poeta costarricense Miguel Fajardo Korea

Guanacaste es sólo luna, pero el guanacasteco es quien le otorga su luz. Y, precisamente, Miguel Fajardo Korea se ha constituido en vértice luminoso de esta Casa Guanacaste (Uruk Editores, San José, 2010) que habita con certeza de asombro y fervor cotidiano.

Poetiza acontecimientos cardinales de la historia provincial, como el puño inclaudicable del Partido Confraternidad Guanacasteca y su caudillo, el doctor Francisco Vargas Vargas, la valentía sin cerrojos del Batallón de Moracia, el oro colosal e infame de las Minas de Abangares, la fe cumbre de la Anexión, la guanacastequidad, la Casa Gobernación de Guanacaste, la Independencia del Partido de Nicoya.

La identidad guanacasteca se patentiza desde el torrente ancestral de la Gran Nicoya, con su cultura autóctona, plena de grandeza y de ecos sempiternos, donde el poeta se “piensa chorotega”. El manantial del paisaje inunda nuestros ojos, con el Tempisque, Cuajiniquil y Puerto Soley, en majestuoso canto nacido en la vastedad del espíritu, que florece con susurros de infinitud.

Los poemas concernientes a músicos estelares de la pampa, son configurados como la conciencia de un espacio-tiempo singular, en el cual Medardo Guido, Héctor Zúñiga y Sacramento Villegas son floración artística que reafirma la autenticidad.

El símbolo telúrico por antonomasia, el árbol de guanacaste, extiende sus “orejas” al horizonte de la Patria Regional, para proclamar el derecho inalienable a la dignidad, en la tierra de los llanos, mientras que el boyero renace emblemático en los senderos de la nostalgia.

Guanacaste es, también, prolongación del poeta en sus hijos Saray Alejandra y Luis Miguel, versos con alma, que son su “canción secreta” y “alegría del sueño”. ¿Y no es acaso Guanacaste esta misma canción secreta y alegría del sueño? Lo mismo sucede con 'La casa Tilarán', homenaje a su esposa, Saray Masís Villalobos, oriunda de dicho cantón.

En todo el poemario subyace un grito de protesta y denuncia, es como si un clamor surgiera de la raíz para manifestar la problemática del ayer y de hoy. El ¡Viva Vargas! permanece en el pueblo por siempre y 'Gil Tablada', 'Precarista' y 'Yolanda Guido' propagan su voz contra la injusticia.

El lenguaje poético del poeta costarricense Miguel Fajardo Korea alcanza cimas al crear imágenes de radiante cincel y utilizar diversos recursos del quehacer literario, por ejemplo, la unidad narración-poesía, en algunos poemas de índole histórica y, ante todo, la presencia diferenciadora de la “guanametáfora”: expresión artística con tema regional.

Este es un libro imprescindible de la biblioteca provincial, que enaltece no sólo la literatura guanacasteca, sino la costarricense en general.

Casa Guanacaste (1980-2010) es la morada lírica donde debemos residir, con el corazón esplendente de guanacastequidad, para seguir forjando el surco insomne del Guanacaste Eterno.

martes, 12 de octubre de 2010

Blog del día: Los siete ahorcados

Los siete ahorcados está editado desde Costa Rica por el poeta y profesor Cristian Marcelo Sánchez. Merece la pena detenerse en él porque contiene mucha información sobre la poesía de este país centroamericano. También contiene poemas de él mismo. Tiene lista de etiquetas visible, lo que facilita la navegación.

miércoles, 21 de octubre de 2009

'Ninfa Santos en “Amor quiere que muera”', artículo del Lic. Miguel Fajardo Korea

Me propongo abordar un tema esencial en las manifestaciones artísticas, como lo es la ubicuidad en la poesía, en Amor quiere que muera, de la escritora costarricense Ninfa Santos (1916-1990).

La poesía es un margen de vida. Una perspectiva de identidad para crecer. Un arma de palabras que retoma el viento para marcar destinos presentidos, pero intransitados. Por ello, la poesía es un manifiesto del decir desde los diversos frentes vitales del factor humanidad. Es de este mundo, pero alcanza otros estadios para fundar una manera de ser y de sentir.

Desde esa coyuntura, el nombre y la obra poética de Ninfa Santos no debería ser ajeno ni desconocido, aunque sí lo extrañamos en el cuerpo bibliográfico de la literatura costarricense. Su nombre aparece como uno de los que ha sufrido extrañas exclusiones, quizá por el desconocimiento de su obra , por su independencia paradigmática o por la mezquindad cultural del medio, pues no formó parte de los enlistados en el coro de la oficialidad ni de las capillas que se reparten cantos.

Por esa razón, celebramos la aparición del número 2 de la revista costarricense Hoja en blanco. Tanto su consejo editorial como su director, Álvaro Mata Guillé, reivindican y recuperan, con propiedad, el nombre y la obra de Ninfa Santos para inscribirla dentro de la poesía costarricense. Son 41 páginas integrales, de honda intensidad, de afirmaciones y rotundidades para abrir el claroscuro de este caso artístico. Álvaro Mata, Antidio Cabal, Fabienne Bradu, cinco poemas y cuatro fotografías de Ninfa Santos, llaman fuertemente la atención para revisar su nombre, marginalmente inscrito en la casa de la poesía costarricense.

El caso de Ninfa Santos (1916-1990) se asemeja, sin duda, al de Eunice Odio (1919-1974) en múltiples facetas. ¿Por qué se oculta su nombre y su obra? Recuérdese, en esa misma línea, que el libro de estreno de Eunice Odio: Los elementos terrestres, (Guatemala, 1948) no se editó en el país, sino en 1984, es decir, 36 años después. Por su parte, Ninfa Santos publicó su único libro Amor quiere que muera, en México, en 1949. Fue reeditado en ese mismo país en 1985, dibujo en la portada de Paloma Díaz Abreu. Uno se pregunta, con increíble asombro, después de 60 años de oscurantismo poético, ¿cuándo publicarán dicho libro las instituciones oficiales costarricenses?

Antidio Cabal (España, 1925), en su artículo 'El exilio y Ninfa Santos', repasa el cuerpo bibliográfico costarricense, donde la tónica con Ninfa Santos ha sido la exclusión de su nombre y de su obra dentro del registro poético nacional. En 1963, Manuel Segura la incluye en La poesía en Costa Rica con dos poemas, en 1973; Carlos Rafael Duverrán repite los poemas anteriores y la antologa en Poesía contemporánea de Costa Rica. Alfonso Chase, por su parte, la incluye con cuatro poemas en la antología El amor en la poesía costarricense.

El ojo crítico de Antidio Cabal aduce: “El mundo de Ninfa Santos desemboca en el metamundo de Ninfa Santos: el castigado tránsito de su carne a través del mundo fracturado por el fenómeno del amor (huesos, “ciego muro infinito ciego pozo de espanto”, musgo, sierpes, veneno, frío, maculación, “huracán frenético”, odio, hiedra, losa, lava, ceniza, angostura, “intacto sepulcro”: “Tal es mi juventud y junto a ella, detrás de esta miseria, tu fantasma”) se desvanece, se volatiliza ante la semilla trascendente e inmanente del yo (…) Ese yo o esa esencia o esa verdad / identidad se llama Anacostia: en el silencio / me está llamando / una voz. Es la Ninfa de dentro llamando a la Ninfa de fuera” (Cabal, 2004: 16-17).

Ninfa Santos tuvo una vida accidentada, producto de una infancia difícil, debido a la ausencia de la figura materna desde los tres años, en virtud de lo cual, su padre delegó esa responsabilidad en su hermana -la tía Ninfa-, mujer estéril e inflexible.

La creadora Ninfa Santos vivió en Liberia, Costa Rica, en la hacienda La América, de donde huye, cansada de los rígidos preceptos y castigos, por ejemplo, permanecer encamada durante largos periodos. Aparte de esas aflicciones, el destino se ensañó contra ella. Poco a poco se vio deformada por la artritis e hinchada por los efectos de la cortisona. La artritis deterioró su imagen e identidad corporales y restringió su capacidad de movimiento. Para Fabienne Bradu: “El signo dominante de su infancia fue la horizontalidad”.

Su extenso peregrinaje de vida incluyó Liberia y San José, en Costa Rica; México, Estados Unidos e Italia. Además, visitó Rusia. Sin duda, una vida muy agitada, en años igualmente convulsos. Ninfa se hospedó en México, al inicio, en casa de su tía Lupe, pero abandona ese espacio, debido a los sometimientos, altamente restrictivos, que pretendía imponerle su tía. Se da su filiación política con el Partido Comunista, en México. En 1965 conoció a Ernesto Che Guevara, en Nueva York.

Casó con el escritor mexicano Ermilo Abreu Gómez (1894-1971), con quien mantuvo una relación durante 20 años y con quien procreó a su hija Juana Inés (1939). Se divorcia de él, cuando la descalificó de sus responsabilidades maternas. Su hija Juana Inés casó con Bernardo Díaz -bisnieto de Porfirio Díaz- y ella guardó el secreto de los jóvenes, lo que enojó a Ermilo Abreu Gómez. De esa boda nacieron sus nietas Paloma y Marisa.

En 1953 trabaja como Auxiliar en la delegación de México ante la OEA (Organización de Estados americanos). Allí inició su carrera diplomática. En 1958 es ascendida a Vicecónsul. En 1963 viaja a Nueva York. El viaje a los Estados Unidos de Norteamérica le genera expectativas y un entrañable acento nostálgico por cuanto debía dejar México: “Ahora me iré a una ciudad lejana / de hombres extraños que hablan extraña lengua, / hombres indiferentes cuyo dolor ignoraré / así como ellos ignorarán este largo sollozo / que camina, sonríe, se detiene, pasa”.

En el mismo texto se advierte su aflicción por la soledad a la que prevé enfrentarse: “Habrá también mi soledad tremenda (…) pero mi soledad será como esos perros / que crecen a puntapiés (…) Será la soledad de los ataúdes sin muertos”. En 1967 llegó a Roma, Italia, donde vivió trece años. Regresa a México, donde fallece el 26 de julio de 1990. Según Fabienne Bradu: “Ninfa no tuvo conciencia de su propio y secreto heroísmo, que consistió en resistir, hasta el último día de su vida, al desamor, a la amargura, a la resignación, a la falta de asombro y de esperanza” (Bradu, 2004: 39).

Su matrimonio con Abreu Gómez y su ámbito laboral le permitieron cultivar amistades literarias de prestigio, a saber: Octavio Paz, Augusto Monterroso, Alfonso Reyes, Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Rosario Castellanos, Juan Rulfo, Rafael Alberti y su esposa María Teresa LeónJuan Ramón Jiménez, Juan Rejano, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Emilio Carballido, Alice Rahon, Ricardo Garibay, Tomás Segovia, Michèle Albán, Jorge Rigol, Salomón de la Selva, Xavier Villaurrutia, Rodolfo Usigli, Efrén Hernández, Margarita Michelena, Agustín Lazo, Marco Antonio Millán, Juan de la Cabada o María Asúnsolo. Varios embajadores le ayudaron en su gestión diplomática: Luis Quintanilla, Mauricio González de la Garza, Gómez Robledo y Augusto Villanueva.

El nombre de su libro, Amor quiere que muera, es un intertexto de Garcilaso, con función de epígrafe: “Amor quiere que muera sin reparo”. La edición de su poemario fue patrocinada por la revista América, de México, en 1949. Alcanzó una tirada de 500 ejemplares numerados y contiene 407 versos. El dibujo de la portada es de su nieta, Paloma Díaz Abreu. Es decir, Ninfa Santos publica su poemario de diecienueve poemas a los 33 años de edad, pero 60 años después, el libro es prácticamente desconocido en Costa Rica. El editor Alejandro Finisterre publica la segunda edición en México, en 1985. ¿Cuándo habrá una edición costarricense? ¿Van a continuar negándola? ¿Qué le cobran a tan fina creadora costarricense?

El Maestro Joaquín García Monge (1881-1958) le publicó a Ninfa Santos en Repertorio americano, la revista costarricense de mayor alcance continental . El recordado escritor chileno Alberto Baeza Flores (1914-1998) expresa: “Y esta sola página es la que fundamenta, y alimenta, en Costa Rica el nombre de Ninfa Santos (…) Los poemas de Ninfa Santos son breves, rítmicos, frágiles, casi a punto de deshacerse, de quebrarse, como si fueran un delgado hilo conductor. Pero este filamento está cargado de emoción y de eficacia. Y transmite eso no siempre fácil: la poesía”.

En julio de 1984, con motivo del Segundo Simposio 'Evaluación de la literatura femenina de Latinoamérica en el Siglo XX' edité el suplemento Presencia femenina en la literatura costarricense del siglo XX, en el número de cierre de la revista Hojas de Guanacaste, nº 12, con un tiraje de 1.000 ejemplares. Ninfa Santos aparece con dos poemas. Era mi primer acercamiento con su poesía y con su caso, que hoy seguimos completando, en un espacio cultural extraordinario como es el de Chile, donde estoy seguro de que sabrá valorar, justamente, la dimensión de su trayectoria creadora.

El 15 de abril del 2005, la revista Hoja en Blanco y el Centro Literario de Guanacaste, fundado el 20-3-1974, le rendimos uno de los escasísimos homenajes públicos costarricenses que se le han ofrecido a la obra poética de Ninfa Santos, en Liberia, capital de la provincia de Guanacaste, en el norte geográfico de Costa Rica. Con la presencia del escritor Álvaro Mata Guillé, el filósofo Víctor Alvarado Dávila, el Lic. Marco Tulio Gardela y quien les habla , logramos cautivar a un ávido auditorio, deseoso de conocer la voz lírica de Ninfa Santos, quien pasó su difícil niñez en La América, una de las haciendas más famosas de Guanacaste.

El acento poético de Ninfa Santos

Su obra tiene el acento de la poesía amatoria y se encuentra tejida de diversos momentos y circunstancias, no siempre felices, en el plano sentimental. Por ello, incluye diversas acciones verbales que denotan espacios simbólicos de encerramiento, de castigo, tales como: apartar, cerrar, arrancar, destrozar, cegar, perseguir, quemar, aventar. En cada uno de ellos, el mapa semántico bordea significados expresivos dificultosos, por lo tanto, su perfil amatorio es ríspido, pero ella es perseverante en sus convicciones “hasta un país donde nunca te acerques” (AQQM, 9).

La hablante no escinde su sentimiento, sino que es enfática en su declaración amatoria y dolorosa “AMARTE, darme a mi dolor de ti, / a la amarga conciencia de mi duelo” (p. 11). La entrega corporal se convierte en un reclamo, donde cada parte del descubrimiento del cuerpo se menciona para concluir en un sistema recolectivo: piernas, hombros, dedos, manos, pelo: “Amar mi cuerpo solamente / porque tu cuerpo / lo hizo de verdad cuerpo. / Mirar la servidumbre de mis piernas / que me llevan a ti” (AQQM, 11). Es decir, el cuerpo se reescribe con el acento de la incompletitud. Su cuerpo se materializa como un vehiculizador, como un tránsito para intentar alcanzar el cuerpo del amado, pero no necesariamente con la misma correspondencia.

Apela al consuelo de una flor para colocarla sobre “el pecho de tu ternura muerta”. La desgarran los sitios recorridos con el amado, por ello, acude a elementos de autoagresión como morir, perderme, destrozarme, huir “donde tu nombre no se me vuelva angustia” (AQQM, 13). Es el suyo el caso de una dolorosa lamentación contra lo irrecuperable. En el poema 'Elegía', las interrogaciones retóricas ahondan una especie de estado de desarraigo contra el orden de los elementos de la vida cotidiana “Ahora que no eres más que un largo silencio irredimible / un pedazo de tierra junto al mar (…) Hombre que amara, ¿dónde duerme tu largo sueño? (…) ¿Quién te cerró los ojos de mar de junio / quién te llora hoy, / cuando yo me he quedado sin lágrimas” (AQQM, 28-29).

La angustia de la voz lírica es acezante y el verso que lo confirma es de una alta intensidad: “Esta jauría que has soltado en mi pecho / es el dolor”, por eso reclama su duelo: “si te dura una parte de mi angustia / por mirarte ser hombre, / no mi intacto sepulcro”. Es una especie de soliloquio del desamor expresa: “AMARTE, darme a mi dolor de ti (…) ahora que no me amas, / humildemente” (AQQM, 11), o bien, “Morir, perderme, destrozarme, huir / donde no estén tus ojos (…) donde tu nombre no se me vuelva angustia” (AQQM, 13).

La hablante lírica se refiere a otra corporalidad: “y no vigilo el odio de mis manos (...) / esclavas y mendigas, / de nuevo hacia tu rostro” (AQQM, 16). En el orbe lírico de Ninfa Santos hay una apuesta por la oscura luz: “No estoy llorando por él, / me estoy llorando yo misma”. El infortunio, el desamor de la práctica amatoria acentúa su espacio, se extiende con una ramificación de fibras y tejidos. Clama y ahonda su llanto desde ella para los otros. La extensión de su calvario sentimental no conoce fronteras, por el contrario, comprende otras dimensiones del ser íntimo.

La conjugación de elementos disímiles lleva a la hablante lírica a expresar una síntesis poblada de pesimismo, tal como una planta sin flor, como un nido sin raíces. Su desesperación campea en un ciego alarido, en un fiero llanto, en un grito sin voz, en un dolor sin canto “Tal es mi juventud y junto a ella, / detrás de esta miseria, tu fantasma” (AQQM, 18).

La mirada del recuerdo sobre el amado ausente se corporeiza con crueldad en su memoria “Te estoy viendo crecer recto, seguro, / si fin (…) Ya se afilan mis dedos en la angustia / de acariciar tu ausencia y poseerla. Toda mi llaga se retuerce y gime, / se destroza, aniquila y agiganta; / todo mi ser arrodillado ruega, / clama, implora, se humilla, se desangra” (AQQM, 19). Obsérvese la cantidad de verbos que apuntan hacia los símbolos de la autoagresión: afilan, retuerce, gime, destroza, aniquila, ruega, clama, implora, humilla, desangra. Según Roland Barthes, en esa dimensión: “exploro el cuerpo del otro como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso”.

La ausencia de palabras por parte del amado es recurrente, un vacío estelar que opera como un vector de dominio fonocéntrico, por ello, la amada reclama lo no dicho. Con vehemencia, pide ser oída: “Si NADA más oyeras una palabra, una” (AQQM, 21) y esa palabra ofrece un campo semántico como un dolorido sentir desde adentro, que se llena de hondas significaciones: la más humilde, delicada, nunca dicha, escondida, guardada, íntima, sola, pequeña, menuda, tierna, brisa, lucero, leve, lo mío: “lo que no dijimos y era nuestro y nos pertenecía y nunca usamos” (AQQM, 21).

En otro apartado del poema, la hablante ya no quiere ser solo oída, sino escuchada. Su vehemencia es apabullante “Si me escucharas nada más un instante / y este dolor, este apegarme a ti, / este deseo, este deseo, esta sed de tu alma, / este aletear de nube junto a tu rostro frío, / algo nuestro aunque fuera nada más un sollozo”. De ese llamado urgente, sin respuesta, la hablante se conformaría con un sollozo “mi más largo sollozo (…) para hacerte bajar la mirada de piedra / y tomarme y destruirme” (AQQM, 23). Es decir, ante las súplicas de su oratorio, ante la rotundidad de la negativa, tanto de ser oída como escuchada, la hablante lírica increpa, con su sollozo, para que baje la mirada de piedra de su amado, la tome y la destruya. Es una especie de sistema recolectivo que apunta hacia los símbolos bisémicos de la devoración y la aniquilación, es decir, la autoagresión, producto del desencanto amoroso.

La separación de su estancia, en México, encuentra eco en su poesía y refleja su sentir de cara a un proceso de cambio contextual que ella prevé sin identidad, lleno de una gran despersonalización: “Ahora me iré a una ciudad lejana / de hombres extraños que hablan extraña lengua; hombres indiferentes cuyo dolor ignoraré / así como ellos ignorarán este largo sollozo / que camina, sonríe, se detiene, pasa” (p. 29). Sabe que en otros contextos geográficos habrá indiferencia, incomunicación. Para la crítica e investigadora francesa, Fabienne Bradu: “Ninfa adivinaba las imágenes de su futura soledad (…) Se sentía “íngrima y sola” (…) La soledad se fue transformando en una severa depresión”.

En Amor quiere que muera, de la costarricense Ninfa Santos, su desgarramiento amatorio es intenso. Pregunta al tú lírico, pero inherentemente responde "¿quién te llora hoy, / cuando yo me he quedado sin lágrimas” (AQQM,. 29). Su dolorido sentir es un sortilegio “cómo me dueles / ahora / que se ha partido / mi sueño” (AQQM, 37). Existe una indagación entristecida y delicada, pero llena de duelos, reclamaciones, rotundidades, cuyo discurso poético tiene algunos acercamientos con los poemas de ruptura de Catulo. Su desgarramiento es personal, esencial y existencial.

En otro orden, el universo poético de la poetisa costarricense Ninfa Santos, quien adquirió la nacionalidad mexicana, le canta a la cotidianeidad: gotas, tardes, tristezas, vientos. Quiere ir a Anacostia, un lugar en el corazón de los sauces, en el silencio, en la voz del sueño y la verdad “Dicen que un río oscuro / te atraviesa / en el centro” (AQQM, 49). La construcción de ese espacio interior es una especie de reducto místico, de conciencia interior: un espacio en el secreto del silencio, aunque nadie la llame, es el de su corazón enfermo entre los sauces:“Mi corazón debe ir / por Anacostia, / primero / antes de que sea tarde y me lo arrebate / el viento” (AQQM, 45-46).

Concuerdo con Antidio Cabal, en el sentido que “Anacostia es el principio in situ, colocado, puesto, establecido, inaccidentable (…), la Ninfa Santos inllagable, la que nunca tendrá deudas exteriores, cuyos límites no pueden ser traspasados por el mundo y la carne como magmas de la meteorología de las pasiones del oro, plata y plomo” (Cabal, 2004: 18). Cada ser humano construye un alero de unidad, de esencia, desde donde es posible leernos para ser y sentir; para vivir y crecer, no importa las dimensiones difíciles que se tenga en las batallas cotidianas, de una vida como la suya.

Consideraciones finales

El sistema de significados poéticos, en Amor quiere que muera, ofrece imágenes sensoriales que reinvindican el descubrimiento integral del cuerpo y, a partir de dicho eje, el proceso comunicativo de los elementos femeninos y masculinos muestran expresiones sensuales, así como la evocación de imágenes y símbolos de lo erótico y sexual, propios del deseo, producto de su cosmovisión amatoria sin equidad y de su experiencia integral de la sexualidad.

Amor quiere que muera, de Ninfa Santos (1916-1990) consta de 19 textos poéticos que signan un hallazgo en la palabra, a pesar de la dolorosa ubicuidad de su vida. En ella, los sauces incrustan el corazón en el reducto íntimo e irreductible de Anacostia, donde la amada, herida y golpeada, quiere liberar su corazón.

La aportación de la revista Hoja en Blanco, hace un lustro, es de singular trascendencia para el conocimiento y reconocimiento de la obra de Ninfa Santos e, igualmente, marca un paso decisivo para la recuperación histórica contra el olvido, de uno de los nombres femeninos, hasta hoy, marginalmente incluido dentro del acervo literario costarricense.

El consejo editorial de Hoja en blanco, integrado por Irene Sancho, Marco Mendoza, Guadalupe Elizalde, Víctor Alvarado Dávila, Álvaro Mata Guillé, su editor y la colaboración especial Fabienne Bradu y Antidio Cabal, le dieron una gran solidez difusora a tan significativa edición homenaje.

Expresamos un profundo reconocimiento a la escritora francesa Fabienne Bradu (1954), por su libro Damas del corazón, donde le dedica 59 páginas al perfil biobibliográfico de Ninfa Santos e incluye 12 fotografías relacionadas con el entorno vital de la creadora en estudio. La revista precitada incluye una síntesis de 20 páginas, con base en el retrato del libro, que alcanza dos ediciones, en 1994 y 1996.

En la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional de Costa Rica, hemos incorporado la obra de Ninfa Santos dentro de los contenidos programáticos del curso 'Escritoras centroamericanas del siglo XX', en el área de Estudios Generales.

En marzo del 2009, el investigador mexicano, Francisco Pérez Torres, me solicitó una copia del libro de Ninfa Santos, para incluirla en una tesis doctoral, como escritora mexicana, con obra editada entre 1920-1970.

Ninfa Santos falleció el 26 de julio de 1990. A 19 años de su desaparición física, la seguimos recordando, su poesía continúa iluminándonos.

¡Carpe diem!

Lic. Miguel Fajardo Korea

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viernes, 9 de octubre de 2009

Repaso semanal a los blogs y webs más interesantes

Ateo poeta es un blog dedicado a la poesía. Aunque también hemos encontrado artículo sobre cine, por ejemplo, o músicas, pero no es lo habitual. Contiene poemas de diversos autores de hoy y de siempre y otros que creemos escritos por el autor o autora del blog. También críticas de libros de poesía. Tiene una breve relación de etiquetas.

Laberinto del Torogoz-Tierra de Cuscatlán es uno de los inmensos trabajos que en Internet dedica a la poesía el poeta salvadoreño André Cruchaga. Ya veréis la de contenidos que tiene. Si no desesperáis y bajáis por la columna lateral encontraréis un enorme índice que os llevará a sus contenidos. Desde él podréis acceder a otros sitios editados por el mismo autor.

Todo sigue dando vueltas, más poesía. Esta vez de Jacquelin Golbert, una jovencísima poeta argentina que nos regala sus textos en el blog. También textos de los poetas que le gustan, que aparecen etiquetados en su columna lateral.

Linda y fatal, nuevo blog que nos llega desde Argentina. Es un blog que funciona como poemario de su autora, Ana. Tiene alguna cosa más relacionada con sus gustos culturales. No tiene ni etiquetas ni archivo temporal, aunque creemos que todas las entradas pueden verse bajando con el cursor.

La palabra por trinchera es el blog de otra joven poeta, esta vez residente en Salamanca. Estamos ante un nuevo blog poemario al que podremos acceder a través de su Archivo temporal, lo que no es inconveniente cuando se trata de poemas.

martes, 6 de octubre de 2009

'Eunice Odio: el acento del cuerpo en la poesía costarricense', por Miguel Fajardo Korea

Me propongo abordar un tema esencial en las manifestaciones artísticas, como lo es la escritura del cuerpo en la poesía costarricense. Desde esa perspectiva, la escritora Eunice Odio (1919-1974), con su poemario Los elementos terrestres (1) , es la pionera del abordaje corporal dentro de la poesía vanguardista costarricense, donde se pueden correlacionar las diversas partes de la anatomía (2) con un amplio registro simbólico y cultural. El Salvador es un espacio centroamericano altamente estimado por Eunice Odio. En 1957, el Ministerio de Cultura de El Salvador le publica su libro cumbre El tránsito de fuego. Eunice estuvo en El Salvador en algunas ocasiones (3). Eunice Odio inicia esa tematización cuando dicha práctica transgredía el comportamiento de la tradición patriarcal. Su poesía vanguardista reconoce el cuerpo y explora la sexualidad, tanto femenina como masculina e, igualmente, sus relaciones con el goce o el deseo. En el desarrollo de los poemas se utiliza un desplazamiento que se apoya en la intervención de la mirada, la cual provoca un desplazamiento de los amantes hacia partes erógenas; de esta manera, establecen un vínculo que se materializa en la provocación de uno y en la respuesta del otro. En Los elementos terrestres, la percepción del cuerpo es múltiple, porque es un espacio para la significación expresiva del reconocimiento individual. El cuerpo se nombra y muestra, es decir, se compone y se reconstituye. Genera sentidos, en la medida en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y tangible, a partir del cual se toma conciencia de él. El cuerpo se redescubre y completa en el lenguaje del otro. El diálogo de lo femenino y de lo masculino se extiende a los planos de la corporalidad; ella busca al amado por las inmediaciones de su propio cuerpo y reposa en el del amado. De ese modo, la imagen del cuerpo es una especie de tejido que se muestra y concreta en la mirada del otro. La perspectiva intercorporal opera, entonces, como un código dialógico que posibilita el goce: “Tú me conduces a mi cuerpo, / y llego, / extiendo el vientre / y su humedad vastísima, / donde crecen benignos pesebres y azucenas / y un animal pequeño, / doliente y transitivo” (LET, 125) (4). La mención de elementos animales, vegetales y líquidos, comprueba que el lenguaje erótico cotidiano está lleno de ejemplos de cuanto sucede en la naturaleza. Los murmullos, los rugidos, los arrullos, el correr del agua, el vaivén de las olas, los gemidos de toda suerte de animales son imitados en el juego erótico: “Mi sexo como el mundo / diluvia y tiene pájaros, / Y me estallan al pecho palomas y desnudos. / Y ya dentro de ti / yo no puedo encontrarme, / cayendo en el camino de mi cuerpo” (LET, 124). Por ello, se establece una relación entre la naturaleza y el cuerpo, es decir, la naturaleza se comporta como intimidad o deleite. La conjunción de la vegetalidad remite a la estética del jardín (jazmín, lirio, rosa) y connota la delicadeza sensual y erótica: “Entraremos de pronto en el verano como árboles / vegetalmente abiertos de oídos y de polvo (…) Y a la altura del pecho y la labranza / semilla de silencio y luz desierta” (LET, 136-137). La hablante ve al hombre como su complemento, porque “él camina en parte / con mi alma”. El amado apela al sueño, que atrae en ausencia el modo de llegar hasta ella para conducirla al encuentro de la unión sexual de la pareja. De esta forma, en el texto se busca al amado, lo cual podría considerarse como la incompletitud del yo sin el otro. Por más satisfactoria que se presente la relación entre los amantes, siempre se plantea un vacío que impulsa el deseo de buscar en el otro lo que complementa. La amada busca al amado, quien es su amante, camarada, huésped, hermano, es decir, un ser que pareciera serlo todo. Según Octavio Paz: “el erotismo es una experiencia total que jamás se realiza del todo porque su esencia consiste en ser siempre un más allá. Éste se refiere al cuerpo ajeno como un obstáculo o un puente que en uno y en otro hay que traspasar(5). En el poema cuarto, el hombre ve a la mujer asomada a su pecho; ese sustantivo se repite y es plurisignificativo. El amado la contempla en un proceso de evolución física y se marca con los oxímoros “pecho diurno” y “voz descalza”, los cuales evocan elementos corporales en cualificaciones inacostumbradas. La escritura erótica de este poemario celebra el descubrimiento del cuerpo humano como un espacio de deseo que no tiene como fin la reproducción, con lo cual el texto plantea un orden subversivo, toda vez que rompe lo convencional. En estos poemas se explora el goce sobre la base del reino de los cinco sentidos, lo cual posibilita la utilización de los diversos recursos expresivos. La sensualidad corporal implica, por lo tanto, una vía para afirmar la sexualidad. El sistema de significados poéticos recurre tanto a la metáfora como a la metonimia, cuyas relaciones por similitud y contigüidad son recursos básicos para ordenar el discurso, y como elementos constructivos de la función poética, apelan al sentido del mensaje para intensificar el acento expresivo. El paralelismo, la anáfora alternada o la repetición son procedimientos retóricos donde se localiza la función de la semiosis de los poemas. Otras figuras como el símil, el encabalgamiento, el oxímoron, la interrogación retórica o la antítesis, ayudan en la intencionalidad expresiva de conformar la estructuración semántica del texto y contribuyen a la construcción discursiva de la dialogicidad; del mismo modo, resultan decisivos los acentos de lo corporal y el registro de elementos sexuales y eróticos, ya que, en todos ellos, se desprende el nudo de significación amorosa que presenta el texto. Es evidente la presencia de matizadas asociaciones del cuerpo léxico con el sexo oral: “pozo”, “boca”, “resbala”, “paloma” y la referencia a la salinidad. Los muslos se llenan de erotismo. La metáfora los “manojos de agua” puede relacionarse con el orgasmo, lo cual se amplía con el sustantivo “espuma” y la cavidad física del pozo-vagina vista como “rebaño secreto”, con lo cual se puede hablar de la presencia de metáforas que remiten a lo erótico y a lo sexual. La poética corporal de lo líquido se asocia con la eroticidad del cuerpo, donde todos los flujos indican movimientos naturales que se equiparan con los derivados del goce sexual. Por lo tanto, el agua funciona como fuente de vida, con gran poder sensual y elemento de unión amorosa cuando aparece en el contexto de la expresión sexual: “Parpadea tu voz, / sencilla como el mar cuando está solo” (LET, 124); “Yo haré que de tus muslos / bajen manojos de agua; / y entrecortada espuma, / y rebaños secretos” (LET, 127). El sistema de significados poéticos alude a la relación sexual con el otro, en una experiencia física y corporal. La amada se propone un recorrido por la geografía del cuerpo amado; así como él explora el cuerpo de ella. El cuerpo opera, entonces, como un vector que se anhela poseer, con firme expresividad amorosa y como acción de completitud. Debe destacarse que en el acento poético odiano, la mujer es sujeto del deseo y no objeto, es decir, su participación es activa y creadora. La poesía del cuerpo construye, sin duda, un espacio de expresión social que censura las restricciones y los silencios históricos. En Los elementos terrestres, el cuerpo debe leerse de manera que construya diversas posibilidades de relación, tanto consigo mismo como con los demás, sin que las diferencias sexuales alcancen papeles jerárquicos. Las partes del cuerpo se relacionan con un amplio registro simbólico y cultural. La voz femenina, al escribir de su cuerpo, escribe su cuerpo, su deseo, su goce, su deleite. Ella es capaz de nombrar y también se nombra. Mediante el lenguaje construye su propia subjetividad activa, por ello, ambos amantes participan con placer del acto amoroso, porque es el goce de la experiencia, de la inclusividad. “Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos como semilla de éxtasis, que le lleve mi cuerpo reclinado de palomas, y que llene su boca de sol y mediodía” (LET, 142). Aquí, la oración compuesta incorpora verbos, cuya disposición significativa es interesante: “queréis”: desear o apetecer, tener voluntad o determinación de realizar algún hecho; “vaya”: indica el movimiento del lugar real al posible; y “ofrezca”: comprometerse alguien a dar o hacer una acción particular. En el segundo apartado se reduce a uno, “lleve”: conducir algo (mi cuerpo) desde un lugar alejado de donde se habla o se sitúa mentalmente la persona; y concluye con “llene”: ocupar un espacio vacío con la idea de satisfacer el apetito sexual (su boca). Obsérvese el hecho que la amada solicita ir y ofrecerse “en sus manos / como semilla de éxtasis(6). El cuerpo es un tejido que se teje con la huella del deseo, por lo tanto, muestra una gama de sentimientos expresados por medio del lenguaje. El cuerpo posee una dimensión unificadora. Es un lugar donde se construye el goce, la sexualidad. Utiliza un discurso que se apoya en la intervención de la mirada, la cual provoca un desplazamiento de los amantes hacia las partes erógenas; de esta manera, establecen un vínculo que se materializa en la provocación de uno y en la respuesta del otro, porque el contacto físico es la experiencia que inicia la vivencia y el conocimiento de lo erótico. En el poemario Los elementos terrestres, de Eunice Odio, hay referencia a 39 partes del cuerpo y, en conjunto, comprenden 133 menciones corporales. Los semas de mayor recurrencia, con 17 y 18 alusiones son el “cuerpo” y el “pecho”, que opera como una zona erógena, un símbolo activo de la sensualidad, mediante el cual se percibe los fuertes latidos del corazón, propiciados por el clima sexual de la pareja. Desde el primer poema, la voz de la amada llama al amado para que se inicien en el deleite de sus cuerpos: “Ven Amado. Te probaré con alegría tú soñarás conmigo esta noche” (LET, 119). El objeto del amor es visto como lo que se come, se saborea, se degusta. Un recurso sugestivo que proyecta el tipo de caricias que recibirá el amado. Lo que al inicio aparece como un llamado “Ven” se convierte en experiencia “te probaré”, lo cual implica una certitud de contacto. Los cuerpos de ambos se convierten en espacios tangibles, llenos de zonas erógenas. El pecho, la boca o la cintura sugieren que no queda ningún sitio sin explorar. Al leer el texto como un recorrido corporal, el erotismo se encuentra sugerido en el lenguaje simbólico utilizado y se enriquece con todo tipo de alusiones a prácticas culturales sobre el amor y el sexo. Según Barthes: “exploro el cuerpo del otro como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo estuviera en el cuerpo adverso(7). En el texto, el sexo no se presenta como una culpa, mancha o pecado; por el contrario, hay una tendencia a reivindicar el cuerpo y la sexualidad de ambos géneros como una demanda de amor, con alusiones al sexo y a sus zonas erógenas, en aras del goce y el disfrute. La fuerza de lo sexual radica en las referencias a los momentos que compartió con él: el cuerpo que tuvo tangible, pero que ahora está ausente. Según Barthes: “La ausencia amorosa va solamente en un sentido y no puede superponerse sino a partir de quien se queda –y no de quien parte-: yo, siempre presente, no se constituye más que ante tú, siempre ausente(8). La amada pregunta a otros por su amado y utiliza semas corporales que le evoca la figura masculina, tanto es así, que valora el cuerpo del otro en el momento en que erogeniza la realidad corporal del muslo del amado como una “daga sumergida en la noche”. Hay una descripción fálica (daga), símbolo de potencia generadora, pero “ya no tiembla en el aire”, porque está “sumergida en la noche”. Hay numerosas referencias a las diversas regiones del cuerpo que funcionan como símbolos corporales de la sensualidad, por ejemplo, las zonas orificiales y erógenas del cuerpo: oral –boca, pecho-, así como los órganos sexuales referidos a la vagina y al falo. La profusión de imágenes sensoriales se convierten en un código de la expresión sexual que marca el orden de lo femenino y de lo masculino con énfasis en la carnalidad, pero aquí va mucho más allá de la procreación y de su condicionamiento social; así, el texto reivindica el cuerpo y el descubrimiento gozoso de la sexualidad. En ambas perspectivas, las demandas eróticas apelan al placer del cuerpo, al goce de la experiencia sexual. En este poemario, el alma está en un sitio donde puede ser comida: en el cuerpo. El sitio de la convocatoria es el topos de la corporalidad humana: “Antes que yo se te abrirá mi cuerpo”. El poder del cuerpo y la palabra confirman la identidad y el desafío en el ser físico de los cuerpos amantes: ella en él; él en ella. El sustantivo “alma” es puesto en relación con las siguientes partes: cuerpo, brazos, cuello, aliento, corazón, uñas, oídos, mano y piel. En este poemario de la autora costarricense se puede establecer algunos mecanismos discursivos que sugieren la unidad poética entre los planos humano y espiritual. Simbólicamente, la tierra se opone al cielo, y es asociada con la mujer por su carácter productivo y material. Por ello, desde el íncipit se habla de los elementos de la tierra; la corporalidad es su distintivo, su materialización. Al mismo tiempo que se tiende a buscar lo espiritual, en el texto se “eleva” o destaca lo corporal, situación que propicia considerar que lo espiritual está inmerso en lo terrenal y se expresa en esas descargas eróticas y sexuales de los amantes. Para ello, el recurso estilístico es la relación de contigüidad entre los términos abstractos, junto con las alusiones a las partes de la anatomía corporal: “Ven / comeremos en el sitio de mi alma” (LE, 119); “Y por mi cuello en que reposa tu alma” (LE, 125); “y es como piel el alma –no se siente” (LET, 137). En suma, con dicha estrategia, la hablante logra el juego de relecturas que propone posibles interpretaciones, donde la preeminencia del cuerpo implica un redescubrimiento de la condición humana, sin menoscabo del orden espiritual. Lo humano se asocia con lo material, con la corporalidad exterior y, dentro de ella, se manifiesta el desplazamiento de los elementos espirituales, porque cada vez que se mencionan éstos, aparecen dispuestos por contigüidad funcional, en relación con el cuerpo. Este mecanismo permite una lectura unificadora de las relaciones eróticas y sexuales. El enlace de los planos humanos y espirituales se inscribe como un procedimiento expresivo innovador en el ejercicio poético costarricense. El discurso del cuerpo (9) no es visto con impudor, sino con la naturalidad de los elementos terrestres. La tradición cultural asocia lo femenino con la tierra como elemento pasivo, pero en el poemario de Eunice Odio se da una ruptura: la conciencia del cuerpo como poder artístico; la capacidad de construcción lingüística como sujeto del deseo, el establecimiento de una relación igualitaria en el plano de la sexualidad, así como su perspectiva de mostrarse y nombrarse a sí misma; mirar al otro y nombrarlo. El código dialógico del sistema de significados expresivos, en los órdenes de lo femenino y de lo masculino bidireccionaliza el texto hacia una ruptura: la prevalencia de la voz femenina en el orden del discurso, que se comporta como una ruptura ideológica en el contexto de producción de la poesía costarricense de ese momento, cuando la voz femenina permanecía excluida o marginada. La preocupación por la poesía del cuerpo es el más decisivo aporte del libro Los elementos terrestres (10) de Eunice Odio -quien nació en Costa Rica hace 90 años y murió en México hace 35 años-, pues dicho nudo de significación se presenta en las facetas de lo sensual, el erotismo y lo físico-carnal, como elementos integrales de la sexualidad. Las diversas partes de lo corporal establecen un código poético que se plasma en la evocación erótica del deseo o el placer y desde la perspectiva de lo sensual que activa las zonas erógenas. El erotismo de los textos odianos se ve reforzado cuando entran en juego las referencias a especies animales, vegetales o líquidas, que funden dichos elementos con el eros, con esto, la perspectiva lírica se ve enriquecida en el tratamiento de sus diversos nudos temáticos. La expresión física de lo corporal (11), en la voz poética de la costarricense Eunice Odio, constituye una perspectiva de rompimiento de tabúes patriarcales. Su apuesta por lo corporal es un redescubrimiento temático, al centrar su perspectiva poética, tanto en el cuerpo femenino como en el masculino. Esas partes llegan a resignificarse cuando interactúan en el plano de lo simbólico cultural, más allá de lo que sería una simple experiencia personal. El abordaje sexual es dialógico y alcanza grandes posibilidades en la expresión del cuerpo, elemento a partir del cual se genera la semiosis profundamente sensual y sexual del poemario, que se presenta con gran naturalidad y con un lenguaje novedoso y transgresor, lleno de lirismo, en el mapa de la poesía vanguardista centroamericana. El texto, en su conjunto, muestra imágenes sensoriales de gran calidad, que reivindican el descubrimiento integral del cuerpo como fuente de goce de la experiencia de la sexualidad y, a partir de aquí, de comunicación espiritual entre lo femenino y lo masculino. Las alusiones a la esterilidad no son un obstáculo para que la amada disfrute el placer o el goce con intensidad; dicha condición la expresa con dolor, sin embargo, no disminuye su capacidad de amar. La asimilación de lo espiritual inmerso dentro de lo humano es una expresión del discurso poético odiano. La equiparación cuerpo-alma homologa dichos planos como propuesta de unidad poética. De ella se desprende la incompletitud que lleva a los amantes a buscar su unidad física en el otro. La prevalencia del cuerpo implica un redescubrirse, sin inhibiciones, lo que constituye un mecanismo poético innovador en la lírica costarricense en la segunda mitad del sigo XX. Es decir, en Los elementos terrestres (12), de Eunice Odio, la expresión dialógica de lo femenino y de lo masculino se manifiesta, poéticamente, como el resultado de la experiencia erótica y sexual y ésta como unidad entre los planos humano y espiritual. Es ocasión propicia para recordar, desde el Laberinto del Torogoz, del humanista poeta salvadoreño André Cruchaga, los 90 años del natalicio de Eunice Odio y seguir disfrutando de la extraordinaria intensidad expresiva de su obra poética. Para quienes deseen hurgar la sintonía vital entre las escritoras costarricenses Yolanda Oreamuno y Eunice Odio, los remito a un documentado deslinde biográfico realizado por el investigador Mario Esquivel Tovar (13). Eunice sigue vigilante. Su poesía esplende por América Latina. Es un nombre extremadamente interesante para leerla y divulgarla. Es nuestro compromiso ético y estético. Lic. Miguel Fajardo Korea, profesor de la Universidad Nacional (Costa Rica). Notas: (1) Con Los elementos terrestres, Eunice Odio obtuvo el Premio Centroamericano '15 de setiembre', Guatemala, 1947. El libro se publicó en 1948, hace 61 años. El texto no se publicó en Costa Rica hasta en 1984, es decir, 36 años después. (2) En Los elementos terrestres, de Eunice Odio, se cita 133 menciones corporales, con base en las 39 partes anatómicas citadas, que interactúan entre sí como un cuerpo hablante. (3)Cfr. Esquivel Tovar, Mario. 'Eunice Odio en Centroamérica. Mirar amargo y fruto dulce de una mujer inolvidable'. En Forja. Semanario Universidad, Costa Rica, núm. 878, 7 de junio de 1989, págs. 1-3. (4) Cada vez que se haga referencia al poemario de Eunice Odio Los elementos terrestres (Editorial de la Universidad de Costa Rica/Editorial de la Universidad Nacional, San José, 1996) se utilizará la sigla LET, seguido de la página correspondiente. (5) Paz, Octavio. Los signos en rotación y otros ensayos (Alianza Editorial, Madrid, 1971, pág. 87). (6) De acuerdo con Chevalier, “la mano es como una síntesis, exclusivamente, de lo masculino y lo femenino; es pasiva en lo que contiene, activa en lo que tiene” (Chevalier, 1986: 685). (7) Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso (Siglo XXI, México, 1999, pág. 80). (8) Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso (Siglo XXI, México, 1999, pág. 45). (9) Bianco, Aracelly y Fajardo, Miguel. El acento corporal en 'Los elementos terrestres' de Eunice Odio. (Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica, 2003, pág. 121). (10) En España se editó este poemario hace dos décadas, con prólogo de Rima de Vallbona. Cfr: Odio, Eunice. Los elementos terrestres. (Torremozas, Madrid, 1989). (11) En el 2004 presenté la ponencia 'La poesía del cuerpo' en la Casa de Poesía Silva, en el XII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Colombia. Cfr: Fajardo, Miguel. 'La poesía del cuerpo'. En Anexión (Guanacaste, Costa Rica, junio-2005, pág. 16). Asimismo, dicha ponencia se encuentra disponible pinchando aquí. Igualmente, se puede leer en la revista electrónica Letras de Uruguay, de Carlos Echinope y en la revista digital chilena Pluma Negra, de Ana Montrosis. (12) En el marco de la declaratoria 'San José, Capital Iberoamericana de la Cultura', Rodolfo Dada compiló un texto antológico sobre Eunice, donde incluyó los poemas I, II, III y VIII del libro en análisis. Cfr: Odio, Eunice. Antología (Editorial Lunes, San José, 2006, págs. 9-20). (13)Cfr. Esquivel Tovar, Mario. 'Yolanda y Eunice: vidas paralelas'. En Suplemento Los Libros. Semanario Universidad, Costa Rica, Nº 1674, del 12-19 de julio del 2006, pág .2.


martes, 3 de febrero de 2009

Entretejido discursivo en 'Travesías', de Miguel Fajardo Korea, por la Lic. Aracelly Bianco Lara

Esbozaré un análisis inmanente de algunos elementos estilísticos funcionales que proporcionan la coherencia del poemario y permiten delimitar la semiosis textual. Ciertos procedimientos verbales le confieren al análisis literario una función poética, por tal razón, Miguel Fajardo Korea –quien acaba de ganar el Premio Nacional de Educación 'Mauro Fernández', Costa Rica, 2008-, le hace honor a ésta, porque su poesía es “una voz comprometida”, como lo señala Rubén Vela, poeta argentino. De acuerdo con la teoría de los paratextos, existen elementos que orientan, guían e introducen la lectura de un texto. Así, el título es portador de sentido, por cuanto es la primera entrada al texto. Desde este punto de vista, Travesías (Jurisis Editorial, San José, 2008) es un sustantivo plural que remite a varios significados. No obstante, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, existen tres acepciones de especial importancia para el abordaje que propongo: “Sitio o terreno por donde se atraviesa. /Camino transversal entre otros dos. /Viaje por mar o por aire” (2001). Por otra parte, los epígrafes son otros de los elementos paratextuales que refuerzan el hilo conductual de la significación del texto. En primera instancia, aparece uno del poeta costarricense Isaac Felipe Azofeifa: “Yo soy el mar de palabras y deseos que navego” Tal recurso está conformado por la primera persona “yo”, su forma verbal “soy” y el complemento “el mar de palabras y deseos que navego”. La integración de esos elementos morfosintácticos ubica al sujeto lírico en una posición de individualidad muy marcada, la cual propicia su funcionalidad poética: el mar de palabras remite a su compromiso como escritor, esta es una función social, sin embargo, no se aíslan sus “deseos”. Asimismo, la conjunción “que” más el verbo “navego”, también en primera persona, refuerzan la idea de que habrá un recorrido por ese “mar”, que es el mismo sujeto lírico, la percepción de su vida y el entorno como un viaje en el que se descubre y reencuentra. El segundo epígrafe, cuya autoría corresponde al jurista Juan Diego Castro Fernández, reza así: “El silencio frente al crimen es complicidad” Para comprender tal epígrafe, se debe insertar en el contexto nacional, debido a que es una frase que nos ubica en la problemática sociopolítica de nuestro país, el cual no posee leyes efectivas contra la corrupción o el crimen. Ese fragmento potencializa el compromiso que asume el yo lírico. Como poeta no se queda callado, más bien, denuncia los problemas que existen en su patria. El universo lírico de este libro se teje con veinticinco poemas, los cuales están entrelazados por tres ejes temático-espaciales: la travesía por la patria regional y nacional, la travesía por América y el mundo y la travesía por el sujeto textual. Por consiguiente, se dará un esbozo o síntesis de los posibles semas que atañen a cada recorrido. Asimismo, se observa cómo funcionan algunos elementos de la simbólica corporal en los poemas, para darle un nuevo sentido a las experiencias personales que se encuentran en el texto. La percepción del cuerpo es siempre una proyección de la interioridad de cada ser, un espacio que se nos muestra como significación expresiva del reconocimiento individual. La presencia del cuerpo es siempre un espacio de lectura y escritura que se puede reconstituir, si se parte de que la anatomía representa un espacio visible y si desde este se puede tomar conciencia de dicho sitio. En 'La verdad de sus comienzos' se menciona cuatro veces la palabra cuerpo. El cuerpo se equipara con América, quien ha debido resistir los embates de la conquista del poder, pero también, el texto es el cuerpo que se desnuda para rendir tributo al origen y renacer “desde la ceniza”. “Desnudémonos / para honrar la memoria / de los caídos anónimos / desde la ceniza”. El cuerpo-texto se desnuda, puesto que el ropaje que lo cubre es la palabra. El canto no silenciado de América va desde el grito libertador de Bolívar, la creación poética de Martí y el retorno a la patria nacional con Juanito Mora. El dolor se sumerge, otra vez en 'América', porque “este cuerpo tuyo / ha resistido demasiado”. La fluctuación constante en el tópico del recorrido propone que todo viaje conlleva el descubrimiento de factores nuevos. Nos sorprendemos frente a 'La desnudez del asombro', porque en dicho poema se vislumbra “La selva como mariposa / chorotega / en el silencio / de la espuma”. Nuevamente aparece la exploración del cuerpo, el retorno a ese espacio en el que la selva y el mar se confunden, para adentrarse al “Maravilloso juego / cuando en nuestros cuerpos / iniciamos el sexo.” La aproximación corporal establece un encuentro con la otredad y la materialización del encuentro sexual femenino y masculino es un espacio que sirve de refugio frente a las tribulaciones diarias. Desde otra perspectiva, el tercer poema inserta dos símbolos de la literatura universal y los correlaciona con problemáticas nacionales y mundiales. Por tal motivo, la mujer que propone el yo lírico es libre y autosuficiente, no se engaña con acosos, es dueña de su vida: “Penélope se suelta las trenzas / para amarrar al destino. / El acoso como tiempo inútil”. (…) Esta es una mujer capaz de condenar el crimen: “Ariadna / tensa el malinche / para la horca de los genocidas / de todos los signos”. Además, se observa la traslación de un elemento por otro, en tanto que el hilo de Ariadna se sustituye por un símbolo regional, el malinche. El compromiso de atisbar los problemas nacionales y mundiales para denunciarlos se reitera. El yo lírico se conmueve y siente furia por situaciones como la desolación, la pobreza extrema, los conflictos limítrofes, la migración… De esta forma, en 'El camino de la furia', el poeta no puede dormirse, pues “el silencio desertor / del párpado” debe estar al “margen del sueño”. Este vela y se convierte en la conciencia de los demás frente a la miseria humana. Siguiendo con el recorrido, en 'Insurrección' se expresa la debilidad humana que, a veces, hace declinar porque quedamos "Sin antorcha" y “cerramos las cortinas"; aunque “Afuera / continúa la miseria, / el hambre”. Son los momentos en que el ser individual se cierra hacia los problemas, pero luego retorna, porque este es un “camino equivocado / en los basureros / de la complicidad”. Frente al encuentro de sí mismo, de sus deseos, predomina la búsqueda de la palabra como creación, por eso en 'Los abrazos' repiten el oleaje, “El mar vuelve a cerrar / sus deseos para cruzar el goce / del susurro a la palabra” (otra vez tópico de viaje, búsqueda y retorno). El disfrute del cuerpo es comparable al disfrute de la sexualidad compartida, es “La pasión, palabra en celo; (…)”. Es el remanso del amor frente al vendaval de la marea. Nuevamente, se entreteje el abrazo de la solidaridad, la conciencia colectiva que denuncia la inserción de nuevas formas de poder, o amenazas, como las del tráfico de niños, porque "Tocan la puerta del mundo" y “Amenazan con cambiar / la luz para los huérfanos, / las sonrisas encarceladas / por el miedo a los sátrapas”. Así, queda en evidencia que la falta de principios morales hace que algunos provoquen “El viaje del dolor como un exterminio”, pues los sátrapas actúan con inteligencia y sagacidad en el comercio humano. Por su parte, el poema 'El ancla del vendaval', presenta una serie de símbolos que tienen que ver con la travesía por el mar-vida. Existen dos tipos de ancla: la de la esperanza, es la más fuerte y sólo se utiliza en momentos de crisis, cuando el marinero enfrenta una tormenta o un vendaval; y el ancla de leva, que consiste en cada una de las que llevan en las serviolas y sirven para detenerse en alguna parte del destino final. Tal explicación, nos hace ubicar al yo lírico que utiliza su ancla de la esperanza cuando existen conflictos internos y externos. Frente a las guerras, la miseria, la violencia, el olvido…, existe una “Resistencia / interminable de otras lanzas / en la inocencia del retorno, / cuando el amanecer recoge / las cicatrices de la marea, el ancla del vendaval / en lo elegido”. 'Los legionarios del sueño' expone las consecuencias de la problemática de los migrantes, quienes, a veces como náufragos de su propio destino, recorren fronteras en busca de un sitio donde anclarse. El yo discursivo también se convierte en un vigía de sus huellas y en medio de la tragedia, de la impotencia frente a tanta tristeza, por lo que observa, recobra su función esencial, la de plasmar con la palabra el sello de la conciencia creativa: “La desgracia en la mitad / del mundo / la salvás / con un poema”. 'La casa Tilarán' es un poema dedicado a Saray Masís Villalobos, su esposa, donde se ubica al sujeto textual en comunión con lo más cercano, es una tregua, un retorno a su origen, a sus raíces y este se comparte con la mujer amada: “No olvidemos el recorrido / Tilarán (…) Tu cuerpo telúrico / en la desnudez / de la penumbra, / la humedad / entre caricias, / la certitud del espejo / para encontrar tu rostro". Desde este contexto, el tópico de la casa se equipara con el cuerpo femenino de la amada, en una relación de proximidad y completitud. El tema de los secuestros en nuestro país y en otros lugares del orbe se pone de manifiesto en 'Aunque sigan con vida'. Los desaparecidos muchas veces están muertos y, sin embargo, sus familias, sus amigos, aún tienen la esperanza de que sigan con vida. El olvido es una manera de asesinar, pero mientras exista una sola persona que no abandone la idea de encontrar a sus seres queridos, éstos seguirán con vida. Una vez más se expresa la debilidad de las leyes, porque siempre hay presuntos sospechosos, no culpables, y por elevar su voz contra tal infamia, muchos poetas han sido silenciados o perseguidos, debido a que su causa no tiene disfraz: “La soldadesca / retendrá a los poetas / que sobrevivan / sin complicidad”. Para muchos, son más importantes las guerras o las bombas, que “el dolor sin veredicto”. La palabra consciente se lanza contra el abandono: “Refugiados en las palabras, / quedamos con la esperanza / de su hostilidad contra las guerras, / la súplica frente a la ignominia”. En este recorrido por 'Los viajes de las sed', de justicia, el yo lírico recuerda que sólo nos queda ser conscientes de que “la espera / final es la búsqueda / de nosotros mismos”. Frente a la adversidad es necesario que tengamos principios sólidos, convicciones fuertes, para no dejarnos atrapar en la desolación. En el poema número trece el hablante ve su diario quehacer lleno de obstáculos: “La piedra (…) / es una renuncia / dramática de las palabras; (…)”. Renunciar a la palabra, para esta voz comprometida, sería una manera de darse por vencido y para liberarse sólo le queda “la verdad como inocencia”, aunque muchos quieran dejarlo en la mudez. En 'Testimonio de otros sueños' el poeta sigue vigilante, insomne en medio de la vivencia de los conflictos territoriales o fronterizos: “Otros planetas son los mares / de la incomprensión / y el miedo. / Las muertes débiles / en los calendarios / sin clímax. Espacios insulares, castigos sin Dios / en la demarcación fronteriza”. Centroamérica es el destino de quienes buscan un mejor lugar para vivir, con la esperanza de que la amistad es un valor afianzado en nuestra geografía. En este entretejido de travesías, el yo lírico hace un recorrido por los conflictos internos y externos de nuestro país y de América. En todo viaje siempre existen 'Los ríos de la sed'. La sed es el símbolo del afán de poder, porque “la tierra es una plusvalía / contra la pobreza de los difuntos”. Asimismo, en 'El poder es un círculo' se establece una secuencia histórica-política, sobre la forma en que se ha querido fijar el dominio de nuestras tierras: “Abrieron en el mar / su luz en el silencio. / La tinaja Chorotega, / el jícaro dolarizado: / guerras, TLC, europeización. / En las riendas del galope / divisan el Trópico / contra los derechos humanos / ¡Es el poder! / Es otro poder”. Es el círculo de la conquista, su posterior esclavitud, luego las guerras y, más recientemente, con políticas económicas que nos hacen dependientes de las grandes potencias. En 'La inocencia del cielo' nuevamente el poeta reitera su compromiso como escritor: “Escribo como llama oportuna / en los secretos” y, más adelante, “Escribo. / Dios es testigo / de tanto atrevimiento”. Y condena “El homicidio cuando abandonan / un feto en los territorios de la maldad”. En 'La última palabra' se retorna al goce del cuerpo y del amor compartido, como una manera de salvar al mundo de tanta soledad: "Somos vencedores / cuando derrotás al abandono / en la antorcha del río desatado, / donde se aman los cuerpos/ sin amarras, / la plenitud / sin cautiverios”. Por otra parte, en 'El viaje a la memoria' apela a una lucha colectiva contra la maldad y el odio: “Somos demasiados / para seguir validando / la maldad / contra el destino”. Este es el discurso del poeta Miguel Fajardo, quien demanda por un trabajo común, en procura de los ideales de rehumanización y equidad. No olvidemos que el mar se equipara con el yo lírico. Desde este punto de vista, en 'Los puños son una conciencia', se prepara al lector “para defender la libertad” y ser partícipe del júbilo, de “los tambores / contra el terror / o el miedo”. Sólo nos queda escucharlos y seguir con la trayectoria por la vida que se abre paso, a pesar de todas las adversidades. Dos condiciones existenciales del ser humano son abordadas por el yo lírico, porque “Nacemos en la sombra / del fuego, / en la certeza / de las mareas sangrantes". Y aunque “Crecemos en libertad”, se vive en peligro de que la esencia de esa libertad pueda extraviarse en el camino, debido a que “Los sistemas atacan / la verticalidad del canto, / sus manifestaciones auténticas, / sus íconos delatores: / contra la maldad y la violencia”. El penúltimo poema nos entrega las amarras de ese recorrido que va llegando a su fin. “La travesía se aferra al cielo / sin la fajina, / (…) en la entrega / de las amarras, en la espuma / de la vastedad”. Se evidencia la madurez con que se enfrenta la vida, con todas sus alegrías y sus desolaciones y en medio de tanta barbarie, el yo lírico se siente comprometido con el mismo mundo. Por último, se erigen las banderas de la lucha y la herencia son los abrazos, las treguas, el poema, la vigilia del sueño “La heredad de las banderas / en los últimos bambúes, / eternamente tuyos”. Dicho poema alude a la presencia-ausencia de las figuras materna y paterna, porque contextualmente, este poemario fue escrito en momentos de insomnios y desvelos. En síntesis, Travesías, del costarricense, Miguel Fajardo Korea (1956) propone un universo de relecturas. El autor ha logrado profundizar los recursos estilísticos de la metáfora y la metonimia, las cuales construyen y ordenan magistralmente las isotopías de sus poemas. Por otra parte, las recurrencias y los emparejamientos, de Samuel Levin, como posibilidades retóricas, son otros de los elementos discursivos que desarrolla sin límites y le confieren a sus creaciones nuevas estructuras poéticas, en el contexto de la lírica costarricense del siglo XXI. Aracelly Bianco Lara es licenciada en Literatura y Lingüística, Universidad Nacional de Costa Rica