lunes, 27 de marzo de 2023

Poema del día: "A una chica morena", de Gwendolyn Bennett (Estados Unidos, 1902-1981)


Te amo por tu color moreno,
y la oscuridad redonda de tu pecho,
te amo por la tristeza que se rompe en tu voz
y las sombras donde reposan tus párpados rebeldes.

Algo de viejas reinas olvidadas
acecha en el ágil abandono de tu caminar
y algo del esclavo encadenado
solloza en el ritmo de tu charla.

¡Oh, pequeña niña morena, nacida para ser compañera del dolor,
conserva todo lo que tienes de realeza,
olvidando que alguna vez fuiste esclava,
y deja que tus labios carnosos se rían de destino!

Gwendolyn Bennett en The Book of American Negro Poetry (1922), incluido en Buenos Aires Poetry (Argentina, 15 de mayo de 2022, trad. de Juan Arabia).

domingo, 26 de marzo de 2023

Poema del día: "El corazón del mundo", de Karin Boye (Suecia, 1900-1941)


Diga: ¿Dónde se quema el corazón del mundo,
el corazón del mundo encendido?
Vive de carbón prehistórico grueso y pesado:
oscuridad negra, densa noche, caos.
¡Busque allí!
Porque así es la esencia del fuego:
fuerte con la pugna de su enemigo,
en sí una lucha, una brillante lucha;
no tiene otra esencia.
¿Y la victoria?
¿Es la victoria de la muerte?
¡Pregunta sin respuesta y miedo en vano!
El corazón del mundo es fuego,
y el fuego quiere vencer.

Karin Boye, incluido en Aullido (Internet, 20 de octubre de 2022, trad. de Hebert Abimorad).

sábado, 25 de marzo de 2023

Poema del día: "Responso por un poeta descuartizado", de Efraín Huerta (México, 1914-1982)


Claro está que murió —como deben morir los poetas,
maldiciendo, blasfemando, mentando madres,
viendo apariciones, cobijado por las pesadillas.
Claro que así murió y su muerte resuena en las malditas
habitaciones donde perros, orgías, vino griego, prostitutas
francesas, donceles y príncipes se rinden
y le besan los benditos pies;
porque todo en él era bendito como el mármol de La Piedad
y el agua de los lagos, el agua de los ríos y los ríos de alcohol
bebidos a pleno pulmón, así deben beber los poetas: Hasta
lo infinito, hasta la negra noche y las agrias albas y las
ceremonias civiles y las plumas heridas del artículo a que te
obligan, la crónica que nunca hubieras querido escribir
y los poemas rubíes, los poemas diamantes, los poemas
huesolabrado, los poemas floridos, los poemas toros, los
poemas posesión, los poemas rubenes, los poemas danos, los
poemas madres, los poemas padres, tus poemas...

Y así le besaban los pies, la planta del pie que recorrió
los cielos y tropezó mil y un infiernos al sonido siringa de los
ángeles locos y los demonios trasegando absintio
(El chorro de agua de Verlaine estaba mudo), ante el azoro y la soberbia estupidez de los cónsules y los dictadores, la chirlería envidiosa y la espesa idiotez de las gallinas municipales.
Maldiciendo, claro, porque en la agonía estaba en su derecho y porque qué jodidos (¡Jure, jodido!,
dijo Rubén al niño triste que oyó su testamento), ¿por qué no morir de alcoholes de todo el mundo si todo el mundo
es alcohol y la llama lírica es la mirada de un niño con la cara de un lirio?
Resollaba y gemía como un coloso crisoelefantino
hecho de luces y tiniebla, pulido por el aire de los Andes, la neblina de los puertos, el ahogo de Nueva York, la palabra española, el duelo de Machado, Europa sin su pan.
Rugía impuramente como deben rugir todos los poetas que mueren (¡Qué horror, mi cuerpo destrozado!)
y los médicos: Aquí hay pus, aquí hay pus —y nunca le hallaron nada sino dolor en la piel
limpios los riñones heroicos, limpio el hígado, limpio y soberbio el corazón
y limpiamente formidable el cerebro que nunca se detuvo, como un sol escarlata, como un sol de esmeraldas, como la mansión de los dioses, como el penacho de un
emperador azteca, de un emperador inca,
de un guerrero taíno;
cerebro de un amante embriagado a la orilla de un dulcísimo cuerpo, ay, de mieles y nardos
(su peso: mil ochocientos cincuenta gramos:
tonelaje de poeta divino, anchura de navío),
el cerebro donde estallaron los veintiún cañonazos de la fortaleza de Acosasco
y que luego...

Claramente, turbiamente hablando, hubo necesidad de destrozarlo, enteramente destazarlo como a una fiera selvática, como al toro americano
porque fue mucho hombre, mucho poeta, mucho vida, muchísimo universo
necesariamente sus vísceras tenían que ser universales, polvo a los cuatro vientos, circunvoluciones repletas de piedad, henchidas de amor y de ternura.
Aquí el hígado y allá los riñones.
¡Dame el corazón de Rubén! Y el cerebro peleado, de garra en garra como un puñado de perlas.
Aquel cerebro (¡salud!) que contó hechicerías y fue sacado a la luz antes del alba;
y por él disputaron y por él hubo sangre en las calles y la policía dijo, chilló, bramó:
¡A la cárcel! Y el cerebro de Rubén Darío —mil ochocientos cincuenta gramos— fue a dar a la cárcel
y fue el primer cerebro encarcelado, el primer cerebro entre rejas, el primer cerebro en una celda,
la primera rosa blanca encarcelada, el primer cisne degollado.

Lo veo y no lo creo: ardido por esa leña verde,
     por esa agonía de pirámide arrasada,
el poeta que todo lo amó
cubría su pecho con el crucifijo,
el crucifijo, el suave crucifijo,
     el Cristo de marfil que otro poeta agónico le regalara
     —Amado Nervo
y me parece oír cómo los dientes le quemaban y de qué manera se mordía la lengua y la piel se le ponía violácea
nada más porque empezaba a morir,
nada más porque empezaba a santificarnos con su muerte y su delirio, sus blasfemias, sus maldiciones, su testamento,
y nada más porque su cerebro tuvo que andar de garra en mano y de mano en garra
hasta parecer el ala de un ángel,
la solar sonrisa de un efebo,
la sombra de recinto de todos los poetas vivos,
de todos los poetas agonizantes,
              de todos los poetas.

Efraín Huerta, incluido en Arquitrave (nº 67, abril-junio de 2017, Colombia).

viernes, 24 de marzo de 2023

Poema del día: "El asno", de Gilbert Keith Chesterton (Gran Bretaña, 1874-1936)


Cuando volaba el pez y los bosques andaban,
y eran higos los frutos del espino,
en tiempos en que sangre era la luna,
al mundo vine entonces.
Con cabeza de monstruo y un áspero bramido,
y orejas como alas vagabundas:
la parodia del diablo entre las cosas
que por el mundo van con cuatro patas.
El proscrito harapiento de la Tierra,
de voluntad antigua y retorcida:
iré hambriento, azotado, entre burlas y, mudo, guardaré mi secreto.
¡Necios! También yo tuve mi hora; una lejana hora dulce y bravía:
hubo clamor de vítores en torno a mis orejas
y ante mis pies tendiéronse las palmas.

Gilbert Keith Chesterton, incluido en Antología de poetas ingleses modernos  (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de Marià Manent).

jueves, 23 de marzo de 2023

Poema del día: "Fe y abatimiento", de Emily Brontë (Gran Bretaña, 1818-1848)


«El viento del invierno sopla fuerte y salvaje.
Ven junto a mí, hija querida.
Deja a un lado tus libros y tus juegos solitarios,
y, mientras la noche se va volviendo gris,
pasemos hablando esas horas pensativas.

Iernë, en torno a nuestro hogar
las ráfagas de noviembre llaman sin ser atendidas;
ni un débil aliento puede entrar aquí
a remover el cabello de mi hija,
y yo soy feliz contemplando el resplandor
que desprenden sus ojos remedando relámpagos;
sintiendo su mejilla apretarse suavemente,
feliz y silenciosa, contra mi pecho.

Pero, aun así, esta tranquilidad
me trae amargos e inquietos pensamientos;
y, en el jovial resplandor del rojo fuego,
pienso en valles profundos, bloqueados por la nieve;
sueño con el páramo y la neblinosa colina
donde cae la tarde oscura y fría;
pues, solitarios, entre el frío de las montañas,
yacen aquellos a los que quise en el pasado.
Y me duele el corazón, con un dolor sin esperanza,
agotado de afligirse en vano,
¡pues nunca más volveré a saludarlos!»

«Padre, en mi temprana infancia,
cuando estabas lejos al otro lado del mar,
¡qué pensamientos me dominaban!
Solía sentarme, durante horas,
en largas noches de tiempo tormentoso,
apoyada en mi almohada, para divisar
la tenue luna abriéndose paso en el cielo;
o, con el oído atento, para captar el choque
de roca con ola y de ola con roca;
así, temerosa, me mantenía en vela,
y, entregada a la escucha, nunca dormía.
Mas si en la vida de este mundo hay mucho que temer,
no es así, padre mío, con los muertos.

¡Oh! Por ellos no tenemos que perder la esperanza,
la tumba es terrible, pero no están allí ellos;
su polvo se mezcla con el mantillo y el césped,
¡sus almas felices se han ido junto a Dios!
Tú me lo dijiste, y aun así suspiras
y lamentas que tus amigos tengan que morir.
¡Ah, padre querido, dime por qué!
Porque, si tus palabras de entonces eran verdad,
qué inútil sufrimiento es este;
tan juicioso como llorar la semilla que creció
inadvertida por el árbol que la engendró,
porque cayó en tierra fértil
y brotó de ella un magnífico vástago:
hundió profunda su raíz, y alzó hacia lo alto
sus verdes ramas en el cielo ventoso.

No temeré, por tanto, ni lloraré tampoco
por aquellos cuyos cuerpos descansan en el sueño:
yo sé que hay una orilla dichosa
con sus puertos abiertos para mí y los míos;
y, mirando por encima de las vastas aguas del Tiempo,
me fatiga esperar ese país divino
donde nacimos, donde tú y yo
nos reuniremos con los más queridos, al morir;
libres de sufrimiento y corrupción,
restituidos al seno de la Divinidad.»

«Qué bien has hablado, dulce y confiada criatura,
y cuánto más sabiamente que tu padre;
y las tempestades del mundo, rugiendo embravecidas,
reforzarán tu deseo:
tu ardiente esperanza, a través de la tormenta y la espuma,
a través del bramido del océano y el viento,
de alcanzar, por fin, el hogar eterno,
la orilla firme e inmutable.»

Emily Brontë, incluido en Antología de poetas inglesas del siglo XIX (Alba Editorial, Barcelona, 2021, trad. de Xandru Fernández y Gonzalo Torné).

miércoles, 22 de marzo de 2023

Poema del día: "Gota de agua", de Sofía Casanova (España, 1861-1958)


Gota de agua es la lágrima brillante
que, al nacer, en los ojos se evapora;
gota de agua es la perla de rocío
que nace y muere en la mañana hermosa.

Gota de agua también es la perpetua
gota que filtra y que la piedra horada,
secreto de las rocas de granito,
caliza filtración de la montaña.

¡Gotas de agua las dos! Mas, cuán distinta
es la que nace y muere en un momento,
de aquella que, entre rocas serpeando,
se petrifica y desafía al tiempo!

Así también del alma soñadora
brotan, a veces, fugitivas lágrimas,
que mueren a la luz de una sonrisa,
que evapora el calor de una esperanza.

Y, otras veces, hay lágrimas que brotan
y dejan en el alma, para siempre,
estalactitas de dolor profundo,
que el tiempo agranda, y que jamás perecen.

Sofía Casanova, incluido en Antología de poetas españolas. De la generación del 27 al siglo XV (Alba Editorial, Barcelona, 2018).

Otros poemas de Sofía Casanova

martes, 21 de marzo de 2023

Poema del día: "Discuten sobre los efectos del abandono", de Jean-Jacques Mayoux (Francia, 1901-1987)


Todas las muchachas tenían trece años era un gran suburbio
Colillas en el cielo raso cangrejos sobre la mesa en la cita de las muchachas solas
En un patio trasero el vidrio negro del alquimista aclara la noche
Bajo un cielo gris una muchacha pobrísima calza los zapatos más hermosos de la ciudad
La vi jugar con carreteles de madera y silbatos de hueso
Conozco quienes siempre tienen amigos en prisión
Muchacha soñadora a la espera del látigo
Si lleváis arrastrando un trozo de cuerda una niña jugará al miedo a la serpiente

Jean-Jacques Mayoux en A perte de vue (1958), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa  (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. y trad. de Aldo Pellegrini).

Otros poemas de Jean-Jacques Mayoux