El arco, y luego, la hoja alta,
el día. El espacio,
el silencio, un bloque transparente.
La casa vive lo que yo escribo,
y el margen blanco (irrebasable)
es el cuerpo que, no sé,
vive en la claridad.
Un cuerpo, digo, no un cristal.
Que permanece, aunque yo vacile
o falle, o recomience. Y ampliamente
se abre, en el día, el arco, y la mano que pierde.
Sólo una distancia, o el deseo, el querer.
¿Pero dónde y cuándo mientras existe?
La vulnerada hoja no lo rasga.
El cuerpo, en el horizonte, dura, intacto.
António Rosa en A pedra nua (1972), incluido en Antología breve de la poesía portuguesa del siglo XX (Instituto Politécnico Nacional, México, 1998, selec. y trad. de Mario Morales Castro).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: