Porque resbalaron hacia el frío los ángeles y las casas,
el ánade y el abeto durmieron nostálgicos aquella noche.
Se sabía que el humo viajaba sin fuego,
que por cada tres osos la luna había perdido seis guardabosques.
Desde lejos, desde muy lejos,
mi alma desempañaba los cristales del tranvía
para hundirse en la niebla movible de los faroles.
La guitarra en la nieve sepultaba a una rosa.
La herradura, a una hoja seca.
Un sereno es un desierto.
Se ignora el paradero de la Virgen y las ocas,
la guarida de la escarcha y la habitación de los vientos.
No se sabe si el Sur emigró al Norte o al Oeste,
10.000 dólares de oro a quien se case con la nieve.
Pero he aquí a Eva Gúndersen.
Rafael Alberti, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
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¡Muy Alberti este poema...!
ResponderEliminarEn estado puro, si.
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