Se distrajo la luna en esa hora cuando los cielos más impresionables buscan a los niños perdidos.
En las huellas de los lobos se oían lágrimas y corazones recientes.
Un lirio agonizante preguntaba por la inocencia de las palomas.
La llovizna había olvidado el color de la nieve.
Dame un poco de ese agua que depositan los látigos dormidos en las orejas de los perros.
Faltan aún quince ayes y doce escalofríos.
Tienes tiempo de explicarme el origen de las llanuras y la pena de los bosques cuando se acuerdan del viento.
Escucha.
Mi muerte es necesaria para que los pinos den aire,
para que los cazadores furtivos no sufran la nostalgia de sus escopetas,
para que los cristales de tu alcoba se deshielen en un lloro de álamos.
Asesíname.
Hojas de otro hemisferio vendrán algún día a buscarme.
Ved el cuchillo helado para mondar las naranjas,
el rifle y el puñal para la ira del oso y la fuga del reno.
Una lata de conservas siempre hace más frío el frío de un esqueleto.
Abandóname.
Ya sólo falta un ay para que me llore tu patria.
Rafael Alberti, incluido en Poesía surrealista en español (Éditions de la Sirène, París, 2002, ed. de Ángel Pariente).
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¡Siempre es inusitado, el gran Alberti!
ResponderEliminarDesde luego que sí.
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