Esto no es fantasía, es nuestra vida.
Somos los personajes
que invadieron la luna,
que no pueden parar a sus computadoras.
Somos los dioses que pueden descrear
el mundo en siete días.
A mediodía paran ambas manos.
Estamos comenzando a vivir para siempre
en cuerpos muy livianos, de aluminio,
con números grabados en nuestras espaldas.
Sintonizamos nuestras palabras como música ambiental.
Unos a otros nos oímos a través del agua.
El género murió. Inventen algo nuevo.
Inventen a un hombre y a una mujer desnudos en un jardín,
inventen a un niño que salvará el mundo,
a un hombre que lleve a cuestas a su padre,
lejos de una ciudad en llamas.
Inventen un carrete de hilo
que ponga al héroe a salvo,
inventen una isla en la que él abandone
a la mujer que le salvó la vida
sin que pierda, por la traición, el sueño.
Invéntennos como éramos
antes de que brillaran nuestros cuerpos
y dejásemos de sangrar.
Inventen a un pastor que asesina a un gigante,
a una niña creciendo al interior de un árbol,
a una mujer que se rehúsa a dar
al pasado la espalda y es transformada en sal,
a un niño que le roba al hermano sus prerrogativas
y se convierte en líder de toda una nación.
Inventen lágrimas verdaderas, amor duro,
viejas palabras dichas lentamente,
dificultosas como los primeros
pasos de un niño que atraviesa un cuarto.
Lisel Mueller, incluido en Periódico de poesía (3 de febrero de 2020, UNAM, México, versión de Hernán Bravo Varela).
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