El flautista del parque de la concordia
supura a inmediaciones del país para que Guatemala
no se olvide de sí misma.
¡Y de ajuste que mero enfrente de la policía!
Para que no olvidemos que corre en nuestra sangre
sangre pura.
Que alguien muere arrastrado por las aguas oscuras
bloqueadas a la fuerza por un sistema de cloacas
made in usa.
El flautista del parque de la concordia
es un fregado bien hecho.
El otro día lo sorprendí en la novena calle
entre sexta y séptima
con camisa diferente y otro sombrero.
¡Y para disimular
estaba tocando el tambor!
Claro que en esto no podíamos entrever nada de maña.
Únicamente lo que sucede es que el tipo,
es decir el flautista del parque de la concordia,
asegura irse cada noche para su casa.
Y solamente se va por allí por las afueras.
Da unos cuantos vueltegatos entre oraciones.
A oscuras.
Al día siguiente
ahí tienen ustedes que se ha convertido en tamborero.
En la noche agoniza en la flauta
y en el día resurge en el tambor. (Claro que la limosna se le duplica).
Nadie lo reconoce. Ninguno sabe que es el
mismo.
Pero el llorar de la flauta
y el ronco rumor del tambor
no son más que un latido enfermo en las sienes de la ciudad.
Allí supura en música lastimera
el flautista del parque de la concordia
en la mera cara de la ciudad.
Para que no olvidemos que corre en nuestra sangre
sangre pura,
aguas oscuras averiguando el dónde
y el cuándo de la luz.
Roberto Obregón Morales, incluido en Poesía contemporánea de Centroamérica (Los libros de la frontera, Barcelona, 1983, selec. de Roberto Armijo y Rigoberto Paredes).
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Muy chapín, Roberto Obregón Morales; lástima que haya muerto a los 30 años...
ResponderEliminarSi, nos perdimos mucha de su poesía.
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