La puerta de malla para moscas se cierra de un golpe, aciaga
mientras el interruptor de la lámpara fluorescente cruje
y la luz sugiere compañía
que se evapora, incapaz
de materializarse. Un sofá Axminster
se entrega cómodo, aunque debajo
de la funda sepas que los muelles
están arruinados, que retroceden como la mala suspensión
mientras el carro hace una parada torpe,
las llantas resbalosas con la sangre vertida,
abrigadas de piel en verano. ¡Detente, perversa
malla para moscas, detente! Sí, la puerta principal
está abierta también, desemboca al sur
por la cocina. Los ratones amenazan.
Más que el miedo, la incertidumbre
encortina los ventanales como mancha de luna
en una noche de atmósfera cargada. Con los ojos
desorbitados como un conejo, espero a mi hermano.
El bosque, como la marea, se retira,
una sombra borrosa desde la veranda del patio,
los potreros, de gris azul y disolubles,
mientras yo, ultramarino, oigo voces
que atacan la distancia, llamando
la fluorescencia desde la oscuridad.
John Kinsella, incluido en Altazor. Revista electrónica de literatura (1ª época, año 2, febrero de 2020, Chile, trad. de Víctor Rodríguez Núñez y Katherine Heeden).
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