está el silencio, es un amigo tuyo, aprende a conocerlo.
Ahí está la tristeza, sola, con la luna al hombro,
y ahí la alegría, mano a mano con el amor, dándole vueltas al sol.
Y la esperanza anda por ahí despacio luciendo su preñez camino de la cena.
Hijo mío, esto no es un parque, esto es
la zona de la euromuerte, la segunda, o la tercera,
sólo la velocidad a la que se muere lo distingue de otros parques,
todo está calculado en algunos papeles de cinco puntas.
No es un parque sino un campo de tiro, en la hierba hierros retorcidos,
cristales, cuerpos calcinados,
las rocas llenas de cruces gamadas,
en un árbol un loco disparándole a todo con una bomba de bicicleta
en el estanque un gato colgado con un peso en la pata,
bajo los ojos salidos otro par de ojos más malignos.
Hoy hijo mío diste tus primeros pasos
y te caíste de bruces en la grava. Recuerda
este lugar: ruptura, sangre, lágrimas,
el gesto de tu puñito
contra la lluvia que corretea al viento azotando
tu pelo demasiado largo sobre los ojos.
Matti Rossi en Hiljaisuus ja matkatovmt (1980), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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