con sus pecados, con sus virtudes, el perro
aulló mucho tiempo en la tumba, luego murió,
como mueren los perros, de hambre.
La casa quedó vacía, la mujer
se había largado hacía tiempo
con Fredrikson, los hijos
andaban por el mundo, uno hasta en Estados Unidos.
La familia sufría del pulmón y era propensa
a la locura, una de sus tías había visto a
Jesucristo en el techo del almacén de patatas,
desde entonces esperaba la llegada de un novio.
Un tío suyo fue obrero en Kazajistán,
un viejo comunista,
huyó de los blancos en 1918, se agenció
una chica alemana, construyó una sauna, le pegó
fuego en plena borrachera y murió.
Los hijos se embarcaron, el uno
acuchilló al maquinista del barco en Estocolmo
y aún está en la cárcel, el otro
perdió el juicio en las Azores, se fue a nado a Finlandia,
no ha llegado a su destino.
A la hija la vieron por última vez en el Centro finlandés de Fitchburg
con sus siete hijos; el marido.
Lobo Cazador, había desenterrado el hacha de guerra,
había asaltado un tren de whisky y está ahora
con Manitú.
Los serbales están en flor. Muchas bayas,
será un invierno crudo.
Los rosales silvestres trepan formando arco
por las paredes de la casa. La puerta está abierta, los zarapitos gritan
en la ciénaga.
Matti Rossi en Näytelman henkilöt, (1965), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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El parque
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zarapito
ResponderEliminarnombre masculino
Ave zancuda de hasta 60 cm de longitud, plumaje pardo en el dorso y blanco en el vientre, con el cuello esbelto y el pico largo, delgado y encorvado por la punta; habita en las costas y riberas.
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