aplastada bajo el peso de la carne destrozada
Mis dedos arqueados en torno a la base de la cruz
Pronto no me sirvieron para abarcar el árbol que seguía creciendo
Ya no podía distinguir unas ramas de otras
¿Cuáles habían sido construidas como altura y cuáles como anchura?
Las hojas crecieron igualmente en una y otra delicadas claras transparentes
Entonces oí al gentío que se acercaba Elegí rápidamente
El vocerío se alzaba y se apagaba contra la fortaleza de carne del dragón
¡Yo no lo conozco! Mi voz alta y diáfana
La gente se lleva su cuerpo malherido
Yo me adelanto inmaculada e ilesa la muchedumbre se desconcierta
Åsa Maria Kraft en Vírgenes en altísima conversación sacra (2003), incluido en Mujeres en el Norte. Trece poetas suecas (Devenir, Madrid, 2011, selec. y trad. de René Vázquez Díaz).
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