El poeta plasma imágenes en el escenario
pero esta vez la depresión le arrebata el manejo del lenguaje.
Debe recurrir a la infancia eterna y pronunciar a b c d e f
sin necesidad de aprobar exámenes.
Su inteligencia no necesita de ningún jurado
del venerado colegio de la provincia.
Al poeta le gusta su poema como al amante su amor.
El poeta no sale de la casa materna;
convalesciente, sin horarios ni responsabilidades,
un vago —murmura— del haiku
articulando estrofas con el propósito de conmover
si él fue conmovido por la imagen: un vago respetado.
En el estanque antiguo
una rana salta
el ruido del agua.
Porque idiota es
quien ante el relámpago dice:
la vida huye.
No hay explicación explica el poeta.
La poesía plantea interrogantes —digo por decir—.
Eso —mira sin mirar—:
el ruido del agua.
Abelardo Sánchez León en Oh túnel de la herradura (1995), incluido en Poesía peruana. Antología esencial (Visor Libros, Madrid, 2008, ed. y selec. de José Miguel Oviedo).
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