Qué bobo te ves haciendo caballitos de papel mientras todo el mundo ha pasado de comerse las uñas a comerse los dedos. Los niños usan sus dedos en lugar de palabras. El blanco es un color que sirve de mapa para llegar a los pantanosos comedores del raciocinio. Hay un cadáver flotando entre las cabezas de los comensales pero ellos no se dan cuenta. Hay océanos de tristeza que abrazan a los barcos donde los marineros se emborrachan contando historias sobre la guerra. Cuando me zumban los oídos ya no me importa un carajo si la gente me desea cosas de muerte, a ellos se les hará chicharrón el corazón. Escribo sin permitirme pausas para que la maestra crea que estoy escribiendo lo que está dictando. Nadie sospecha de las piedras ¿verdad? A ella la quise tanto que no me importó oler muy de cerca su menstruación. Mi caligrafía se descompone conforme la electricidad de mi cerebro va haciéndose más y más roja. Mis letras, de lejos, parecen arbolitos extraterrestres que nunca servirán para hacer fuego.
Yo te diré qué fueron los noventas, los noventas fueron una pinche patraña, como tu papá y tus poemas. Haremos versitos que engañarán sonrisas y nos acostaremos a dormir creyendo que acabamos de salvar a la humanidad.
Mi lengua era una lengua romance cuando te besaba, muchacha, y yo le digo a Iván que su poesía no durará porque los tamagochis fueron aplastados por esa estampida que llamamos “enamoramiento” y él toca la batería imaginaria mientras canta en sus adentros: Se supone que la vida no es tan estridente Mamá está equivocada y los libros mientenLloré mordiendo el aire que revoloteaba entre tu cara y la mía.
Los poetas chilangos hablan arameo mientras duermen y los poetas chilangos hablan de cómo sus padres destriparon a sus perros ¿verdad?
Esto no es un poema etcétera, y cuando me enamoro etcétera siento la misma angustia etcétera, que sentía cuando mis caballitos de papel apenas sabían relinchar, etcétera. Soy un niño que se convulsiona en su llanto etcétera en la espera de un poema y etcétera que nos salve la vida y ahuyente a las abejas ¿Verdad? Los libros son una mentirota que huele rico. Qué miserable me siento cuando camino por la calle y veo que aquí los edificios nunca podrán ser tiranosaurios rex de distintas nacionalidades.
Las mujeres si se lo proponen podrían conquistar al mundo con sus superpoderes. Canciones con ruido blanco, ruido mapa, la música es lo único que nos guiará al país de la misericordia ¿Verdad? Y entonces cruzamos los brazos mirando con hastío la matanza del buen gusto, y allá en el horizonte tus amigos se explotan porque saben que se apagarán. Llegará el día en que la vida se fracture el esqueleto bailando el guaguancó del infierno. ¿Condicionante entre alfabeto y esquizofrenia?: la indiferencia. No nos debemos conformar con un ríspido apretón de manos.
El fin de este etcétera brotará cuando dejemos de invocar terremotos y seamos dos ancianos cuyo historial de vida lo venda el Fondo de Cultura Económica. Espero algún día ser ese amigo suicidado que te visita en el reflejo de las ventanas, para que llores lentamente pensando en el dolor de los polvorones cuando se agrietan y de sus fisuras brotan secretos inimaginables. Hay que ser agradecidos con las personas que nos recuerdan nuestro parentesco con los polvorones ¿verdad? Hay que ser asertivos con esas palabras que estornudan cuando uno tiene los huevos de escribirlas sobre la arena de la playa. Hay que disfrazarnos de zombis cuando el otoño arrecie y empezar a devorar estrellas con la urgencia del niño que se sabe abandonado en un mundo lleno de cosas que todavía no podemos entender, ¿verdad?
Jesús Carmona-Robles en Tos (2013), incluido en Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) (Ediciones de Punto de partida, México, 2013, comp. de Gerardo Grande y Manuel de J. Jiménez).
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