Imágenes de tierras inmensas,
remolinos de arena, cielos de bronce
permanecerán hasta el fin de los tiempos, el viento
levanta el pequeño grano de arena hasta dejarlo sobre una piedra,
la lluvia se lo lleva.
Por eso el rostro de la tierra entre las constelaciones de estrellas
está cubierto de olvido— lenta
como las piedras es la acción de Dios para con nosotros,
un día llegará como una rosa— un día como fuego.
Todo tiene su hora.
dentro de mil años
habrá llegado el caracol al árbol.
Veo una vieja lluvia caminar inclinada sobre la tierra del atardecer
buscando con sus tenues manos las cosas olvidadas
de las que ya nadie se preocupa— el silencio entre las briznas de hierba
medias palabras, fragmentos de pérdidas, pensamientos
que no ha pensado casi nadie, los caminos
silenciosos de hierba y sueño que llevan
de un tiempo a otro.
Dónde encontramos nosotros ahora
lo que pueda unir todo lo desperdigado.
El sendero entre las estrellas, los caminos de la brújula
o las líneas de las manos de todas las chicas
que se parecen al viento entre las rosas.
Porque es tarde
pronto se llevará el río mis imágenes,
las laderas de las montañas, reflejos de casas, un rostro amado
se lo lleva al mar. Todo se recogerá
sin una palabra y el planeta inclina
serenamente su hombro hacia la noche y el día.
En algún lugar el viento lleva toda la mañana susurrando
en los bosques,
en algún lugar el contorno de una montaña entra
imperceptiblemente en la noche.
Rolf Jacobsen en Stülheten efterpá— — (1965), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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