Las ciudades te acogieron siempre con los brazos abiertos
niñeras madres dulcemente
durante mucho tiempo lloró
el hierro y la tierra fría
se abrió te tragó y te devolvió entero
al principio te creías libre
suelto pero pronto pusieron
los minutos chirriantes un grillete en tus pies.
Atado a la velocidad tenías un deseo
oculto y silencioso: seguir siempre adelante
entregarte al placer desgarrado que siempre pierde
lo que es y sin mirar atrás transforma
la vida en muerte y la muerte en vida
y saluda a la victoria en la derrota y siempre
se aleja se aleja.
Compañeros sensibles tus ojos
adormilados unieron tu mitad a su mundo
de la ciudad futura: y mendigos, prostitutas y rateros
niebla y hedores y el aluvión de gentes al atardecer
te envuelven poderosos te liberan
te atraen y te conceden el perdón y el instinto:
Levántate, échate tu carga al hombro y mira
la ciudad
te recibe con sus brazos abiertos, cálidos y radiantes.
Sigfús Daðason en Hendur og ord (1959), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de José Antonio Fernández Romero).
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