El populacho me arrancó el corazón al preguntarme
de entrada quién era, y cuando contesté Cinna,
que qué Cinna.
Qué Cinna.
¿Había
otros Cinnas auténticos además de mí?
Cinna, un conspirador — ¡Qué disparate!
¿Acaso me he metido yo en política?
Tenía otras cosas que hacer, mejores.
«Entonces, pegadle por sus versos miserables!»
¡No, miserables, no!
Es que no los han entendido. Ni
siquiera los han leído.
La calle apacible,
un torrente de sangre tenaz y apacible sale de mi garganta.
La nuca me duele. El sol quema.
Mirad
qué hermosamente se deshace esa nube en el calor.
¡Y ellos han matado también a Cinna!
Han
arrancado el nombre del pecho de Cinna.
Comprendedme: yo no soy el que creéis.
«Crecen las bellas sombras de la tarde.»
Yo soy el poeta Cinna. Veo con horror
que crecen sombras conocidas y se multiplican.
Frank Jæger en Cinna (1959), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
Otros poemas de Frank Jæger
Cinna, el poeta, Retrato del artista como árbol
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gracias...
ResponderEliminarDe nada, me alegro de que te haya gustado, un abrazo.
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