Un rojo que indescriptible te trastorna—
A través de tus manos brilla el sol.
Sientes tu corazón ebrio de placer
mientras para una acción se prepara en silencio.
Amarillos sembrados fluyen a mediodía.
Apenas si oyes ya cómo cantan los grillos,
blanden los segadores sus guadañas.
Los bosques de oro callan con ingenuidad.
Arde lo putrefacto en los verdes pantanos.
En calma están los peces. El aliento de Dios
evoca con suavidad arpegios entre los vapores.
La onda anuncia curación a los leprosos.
El espíritu de Dédalo cuelga de unas sombras azules,
un aroma de leche entre las ramas de los avellanos.
El violín del maestro se escucha todavía,
el grito de las ratas en el patio vacío.
En el jarrón sobre el papel pintado de los muros
florecen tonos más frescos de violines.
En la oscura reyerta se apagaron las voces,
Narciso en el acorde último de las flautas.
Georg Trakl en Gedichte (1913), incluido en Tres poetas expresionistas (Ediciones Hiperión, Madrid, 1998, selec. y trad. de Jenaro Talens).
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Niñez, Pequeño concierto, Una tarde invernal
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