Benditos sean el año, el mes, el día,
la estación, la hora, el tiempo y el instante,
y el país y el lugar en que delante
de los ojos que me atan me veía;
y el dulce afán primero que sentía
cuando me ataba Amor, y aquel tirante
arco, y sus flechas, y, en mi pecho amante,
las profundas heridas que me abría.
Bendito sea el incesante acento
que llamando a mi dama he difundido,
y el llanto y el deseo y el lamento,
y bendito el papel con que he solido
ganarle fama y, ay, mi pensamiento,
que parte en él tan sólo ella ha tenido.
Francesco Petrarca, incluido en Antología esencial de la poesía italiana (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999, selecc. de Antonio Colinas, varios trad.).
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