Vamos, ya que sois del linaje de Heracles invencible,
tened valor, que aún Zeus no desvió de vosotros su rostro.
No os espante ni asuste el tropel de enemigos,
mas que cada soldado sostenga contra ellos su escudo,
y, sin tener en aprecio la vida, las Keres oscuras
de la Muerte acepte tan gratas como rayos de sol.
Sabéis cuan mortíferas son las hazañas del lúgubre Ares,
bien conocéis la furia del cruento combate,
y fuisteis por turnos los perseguidores y los perseguidos,
muchachos, hasta hartaros de acosos y huidas.
Los que se atreven, en fila cerrada, a luchar
cuerpo a cuerpo y a avanzar en vanguardia,
en menor número mueren y salvan a quienes les siguen.
Los que tiemblan se quedan sin nada de honra.
Nadie acabaría de relatar uno a uno los daños
que a un hombre le asaltan, si sufre la infamia.
Pues es agradable herir por detrás de un lanzazo
al enemigo que escapa en la fiera refriega;
y es despreciable el cadáver que yace en el polvo,
atravesado en la espalda por punta de lanza trasera.
Así que todo el mundo se afiance en sus pies,
y se hinque en el suelo, mordiendo con los dientes el labio,
cubriéndose los muslos, las piernas, el pecho y los hombros
con el vientre anchuroso del escudo redondo.
Y en la derecha mano agite su lanza tremenda,
y mueva su fiero penacho en lo alto del casco.
Adiéstrese en combates cumpliendo feroces hazañas,
y no se quede, pues tiene su escudo, remoto a las flechas.
Id todos al cuerpo a cuerpo, con la lanza larga
o la espada herid y acabad con el fiero enemigo.
Poniendo pie junto a pie, apretando escudo contra escudo,
penacho junto a penacho y casco contra casco,
acercad pecho a pecho y luchad contra el contrario,
manejando el puño de la espada o la larga lanza.
Y vosotros, tropas ligeras, uno acá y otro allá,
agazapados detrás de un escudo, tirad gruesas piedras
y asaetadlos con vuestras pulidas jabalinas,
permaneciendo cerca de los que portan armadura completa.
Tirteo de Esparta, incluido en Antología de la poesía lírica griega (siglos VII-IV aec) (Alianza Editorial, Madrid, 2001, selec. y trad. de Carlos García Gual).
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