Recíbanme las Musas, criaturas dulcísimas,
cuyos sagrados ritos celebro
y en cuyo gran amor me consumo.
Muéstrenme los caminos del cielo, las estrellas,
los diversos eclipses del sol y de la luna;
por qué tiembla la tierra; con qué fuerza los mares
profundos, sin barreras, se hinchan y se calman;
por qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano; qué detiene a las noches de estío.
Mas si no puedo conocer estos secretos de Naturaleza,
y en torno al corazón se me hiela la sangre,
agrádenme los campos y las aguas que riegan
los valles; que, sin gloria, ame ríos y selvas.
¡Oh campos, y Esperqueo, y Taigeto festivo,
en cuya falda danzan las doncellas laconias!
¿Dónde estáis? ¡Oh fresquísimas hondonadas del Hemo!
¡Quién pudiera llegarse hasta allí y cobijarse
bajo la sombra protectora de vuestras ramas!
Virgilio en Georgicon II, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza Editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
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Preciosa elección. Comparto.
ResponderEliminarBello, si, que pasión por la naturaleza.
Eliminarfíjate el detalle
ResponderEliminarpor qué el sol del invierno se apresura a bañarse
en el Océano
nos pinta magistralmente lo exiguo del día invernal
grandioso,
saludos
Una metáfora magistral. Por eso se hace difícil escribir poesía actualmente, jajajajaja. eso ya lo escribieron hace más de dos mil años.
EliminarUn abrazo.