viernes, 12 de julio de 2013

Poema del día: "La muerte también se maquilla. Uno", de Mario Merlino (Argentina, 1948-2009)

la muerte es sonámbula, camina sin caerse por los bordes de los tejados, se desliza por las escaleras, firme en pasamanos, atrae a distraídos paseantes sin rumbo, se detiene a veces para maquillarse, clava sus dientes en el aire como quien caza cuerpos que no vemos, la muerte no busca el rigor mortis, lo impone en los pliegues de la ropa, en los rictus del vecino cuando pide silencio, en los pasos lentos, en las punzadas repentinas, en los mareos a destiempo, en medio de las risas de la multitud.
la muerte, digan lo que digan, nunca está despierta, enreda a sus víctimas desde el sueño, las paraliza con redes de brisa, las castiga con dolores de columna, las encorva, las doblega, las traslada al sopor, las desalienta

Mario Merlino en La muerte también se maquilla (2006), incluido en Voces comunes y otros poemas. Obra reunida 1977-2006 (Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2012, ed. de Benito del Pliego).

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4 comentarios:

  1. Me gusta mucho Mario Merlino. Tuve contacto con él como traductor que fue de muchas crónicas de António Lobo Antunes, que se publicaban en el suplemento cultural de los sábados (Babelia) del diario El País.

    Por otro lado, sobre la muerte me gusta mucho este poema de Saiz de Marco:

    La muerte gana pero no levanta los brazos
    Cuando cruza la meta no descorcha champán
    no canta victoria
    no hace la uve con los dedos
    La muerte gana sin euforia
    sin entusiasmo
    La muerte gana sin pasión
    sin convicción
    La muerte gana tímidamente y sin orgullo
    (¿quién presumiría de abatir piezas tan frágiles?)
    La muerte no goza, no saborea su triunfo
    La muerte gana cumpliendo órdenes estrictas
    La muerte gana por imperativo legal
    La muerte gana con desgana
    La muerte gana sin ganas de ganar
    Sí, otra vez ganó hoy la muerte y quizás
    en el fondo
    deseaba perder

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    1. Pues si te gusta Merlino, no dudes en adquirir el libro del que he extraído los poemas, es una magnífica edición, muy bien cuidada.

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  2. Concluida su jornada laboral, la muerte solía descansar a la sombra, sobre una tumbona de aquel hotel de playa. Allí, en el jardín, junto al gintonic con limón exprimido y unos ganchitos en forma de guadaña, recuperaba el humor perdido a lo largo de un día ajetreado. El suyo era un trabajo aburrido, sin valor social ni relevancia alguna, un mero acompañamiento de caminantes agotados, en tortuosos paseos sin retorno. Un trabajo, además -según tenía entendido en las encuestas- mal valorado por la clientela presente y futura.
    Cruzó las tibias con coquetería y exhaló un suspiro. Suspiro que, en su caso, desde luego, no sería el último, pensó con regocijo. Se estaba bien, disfrutando del ocio tras varias horas de curro extenuante. Esto sí que es vida, murmuraba la muerte para sí, mientras repasaba con desgana su agenda del día siguiente, esto sí que es vida.

    Salud-itos. A ella, también.

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