Aquí viviste en otros tiempos, eras alumna de últimos cursos,
y no hace mucho que voluntariamente has muerto.
Como, probablemente, de mala manera debe hacer tic-tac el silencio,
si a una bella mujer la vida deja de serle grata.
Originario de aquí, de mediana edad, así, tal cual,
en busca del frío que me recorre la espalda visito tu portal.
Y si me lo gasto todo en rosas, las llevo al cementerio,
dejo caer, como es costumbre, una lágrima ebria...
¿No era yo quien trepaba hasta tu ventana por celos, por rencor
por el estruendoso desagüe que se alzaba hacia el cielo?
Qué bueno es ser joven, joven y completamente ebrio entre el humo -
¡un cuarto de siglo, un cuarto de siglo desde mis estériles hazañas!
Por la voz, por la forma de los ojos más de una vez he creído verte entre la multitud,
siempre me equivocaba, no me equivoco únicamente ahora,
no he oído mal - "muerta". La cabeza me da vueltas.
Jamás me quisiste, pero estabas viva.
¡Quién se pondría en pie, apoyando su cabeza contra el fondo,
haciendo fuerza, para que de golpe la muerte acontezca, sí que salga toda!
¡Hay que resucitar, pues resucitemos! Se yerguen mi padre y mi madre.
El amigo Soprovsky vuelve a la vida, incita a empinar el codo.
Tomamos "andropovka", el primer trago es como una estaca como-
un nudo en la garganta, como el estilo de Slutski y como el verso de una chastushka.
Así, borrachos de felicidad, por la muerte curtidos,
en el noticiario en blanco y negro vuelven de la guerra.
Se acrecienta el traqueteo de ruedas y el alma se lanza a la calle sin mirar atrás.
En la estación tocan una marcha — la música cegada por las lágrimas.
Y aquí estás tú - una de ellos. Por un instante nos ves a los dos,
envías a freír espárragos a quienes te idolatramos.
Te veo a través del tumulto como eras antes, la de nadie,
en silencio, marchando directamente hacia tu juventud.
Pues bien, vete, vete. Todo lo malo queda atrás.
Y a partir de ahora, cabe pensar que todo lo bueno está por venir.
Como en otros tiempos ponte al lado de la ventana de la escuela.
Tu nombre y apellido de soltera los pronunciará el silencio.
Serguéi Gandlevski, incluido en La hora de Rusia. Poesía contemporánea (Visor Libros, Madrid, 2011, trad. de Eva Crego).
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