1
¡No! No es posible vivir cual los ríos
cantando entre laderas y lirios
o entre agudos peñascos y ramajes tronchados,
sin presentir el mar que los espera,
el infinito verde y encrespado
en cuyo corazón de sal los ríos se transforman en peces.
No es posible flamear como el fuego,
iluminando rostros de danzantes risueños
o tiñendo vetas de angustia en las caras dolorosas,
sin presentir la brisa que matará su luz
o el agua que tornará sus rosas en ceniza.
En mitad de la vida cantamos a la muerte
que es el mar de los ríos y el agua de las llamas.
2
Símbolos de la muerte no sueñan ser el hueso,
ni las cuencas vacías, ni la mortaja fláccida.
Los huesos son apenas el portal de la muerte.
Cuando los huesos dejan de ser huesos
y entre su blancor rígido hay un temblor de gérmenes,
es que nace la poesía de la muerte,
es que despunta el símbolo creador de la muerte.
La muerte que yo canto no es cruz de cementerio,
ni ilusión metafísica de las mentes cobardes,
ni lóbrego infinito de profundos filósofos.
La muerte que yo canto es una sombra constructora
de blancas mariposas que crucen los caminos del viento,
de tallos que entremezclan la pulpa maternal de la tierra,
de claros manantiales que sacudan las entrañas del mundo.
3
Un niño es la crisálida de un amor y de un llanto,
es la estrofa primera de un poema,
es la cuesta inicial de una montaña.
Y la muerte de un niño es tan absurda
cual la de una mañana que se volviera sombras.
Si ayer se desgarraron las carnes de la madre,
si un rumor de blancura le despertó los senos,
esa sangre, esa leche, ese dolor, han sido
la raíz de los pasos de un hombre.
Sólo el leñador loco corta un árbol
cuando el tronco es apenas tierno cogollo inútil.
Sólo loca la muerte ha de matar un niño,
apagar un amor que no ha nacido
y secar unas lágrimas que no han corrido nunca.
Mientras los niños mueran
yo no logro entender la misión de la muerte.
Miguel Otero Silva en 25 poemas (1942), incluido en Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea 1914-1970 (Alianza Editorial, Madrid, 1971, selec. de José Olivio Jiménez).
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