Toda la noche escuchando los caballos
golpear el suelo y discutir
no lejos de mi carpa. Me digo
que están atados, que ven de noche, que ni sueltos
pisotearían la cabeza que los piensa.
Pero es inútil, ella
se siente frágil,
separada del suelo por sólo el espesor
de un pantalón de dril doblado en cuatro;
y por un lío de tela y aluminio
de la vasta noche en que,
en charcos que la luz no se atreve a tocar,
nacen alevines y estrellas se derrumban.
Es el rasgo "compacto" del ideograma "tierra"
el que difunde el retumbar,
absorbe el brillo, debilita el solipsismo.
Daniel Samoilovich en Superficies iluminadas (Ediciones Hiperión, Madrid, 1996).
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