i
Vuelvo a la casa,
las luces están encendidas, tú no estás,
hay toallas húmedas en las sillas, pelo de gato
amontonado en las esquinas, platos
con restos de comida, incrustados,
libros abandonados y abiertos,
parece que te acabases de marchar,
pero siempre ha sido así.
ii
No te preocupes, no cortaré
nada, no te dejaré
mensajes rojos descuidados
en el suelo del baño.
Lo cierto es que no me gusta el dolor,
no tengo esa clase de energía,
estoy engordando,
los supuestos acaban conmigo
por adelantado y perezosas son mis manos.
iii
Descanso en el colchón; re-
memoro al hombre que camina
pesadamente entre la nieve, a la caza
de su enemigo / que es la nieve
busca algo a lo que disparar
y no encuentra nada / ensayo de nuevo
los corteses y terribles lemas
por los que vivimos (no importa
cuán valiente el fracaso, es fracaso)
Esto no es un desahucio.
Ojalá te callases.
iv
Me lavo el pelo
pues me da sensación de seguridad.
Te vas y odias irte
tanto como odiabas quedarte aquí.
El resto de mi vida
no es como te imaginas.
Me mantengo despierta, escuchando
cómo mi sien derecha teje
sus hilos de sangre
He empezado a
olvidar, por las noches puedo escuchar
a la muerte crecer en mí como un niño sin cabeza.
Margaret Atwood en You Are Happy (1974), incluido en Aullido (Internet, 23 de octubre de 2023, trad. de Ana Bizcocho Palma).
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