Hermanas en esperas en designios en ancestros
abrazadas las dos
salimos al jardín
su mirada eléctrica en la mía
recordamos:
ella
honores recibidos en Egipto cuando era
guardiana del fuego del hogar
yo
honores ofrecidos
a Inti y su fuego suspendido
cuando los padres incas penetraron
al Valle Calchaquí
después nada más
sólo el Sol en la tarde
en mi cuello su tersísima garganta
mi boca se abre paso en su pelaje
y sopla suavemente
cosquillea mi oreja al ramoneo
y su mano de seda abre las zarpas
y las cierra lentamente ¡ay! en mi hombro
¡oh dulce humanimalidad!
dirá un mutante
pero no nos distraigamos
que ya avanzan las primeras sombras
nos detenemos debajo del ciruelo
sentimos al pulsar de la última luz
entre las ramas en los techos de zinc
en mi piel
en su pelaje
se intensifica el verde más y más
ella mira hacia arriba
yo adelante y atrás al mismo tiempo
y la misma extraña vibración
recorre la espina dorsal de ambas
nos separamos
aire nocturno
sé comprensivo con nosotras
en el jardín apagado se desliza nuestra hembrura.
Martha Acosta en De zinc (1998), incluido en Poetas argentinas (1940-1960) (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2006, ed. de Irene Gruss).
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