Un manojo de hojas marchitas
fue arrojado contra mi puerta.
Estaba confundida, porque creía que alguien
forcejeaba por entrar y estaba sola.
Pero cuando abrí la puerta,
las hojas crepitaron contra mi pie
y una ráfaga de viento cerró nuevamente la puerta.
El viento asola en mi jardín
rompe ramas.
Y corre a través de los arbustos
y hace crujir el pedregullo.
Entonces creí que alguien estaba corriendo allí fuera.
Y regresa el miedo.
Pero es el viento que corre desnudo
con sus grandes aletas.
Un ala se pliega sobre el cristal de la ventana,
para luego despegarse.
La luz en mi habitación jadea de ansiedad,
y suspira sobre mi jardín moribundo.
Creo que es un corazón
que deja de latir
que se retuerce en el espasmo
y debe morir.
¿Se esconde el frío
debajo de algún arbusto?
Es el calor templado
que hace crecer las flores.
Y no permite que desaparezca el color
de la hierba gastada por el viento.
Como manchas de sangre de las flores
que no quieren morir.
¿No has tenido relaciones amorosas
durante el templado verano?
No sueñes con semillas en el sopor de la tierra,
cual todo ha sido desarrollado.
No. No. Todo muere
en una tormenta devastadora.
Entonces viene un canto con el viento
un canto crujiente y tembloroso.
El viento se une para aplastarlo
y romperlo como un cristal.
Pero no, sigue entonando
tan frágil, tan claro.
Y de repente calla el viento
para recuperar el aliento.
Y la tonada suena más fuerte.
Es el jardín que canta
antes de que muera.
De las flores caídas
en el suelo húmedo,
de las finas hierbas amarillas,
de los arbustos es donde los pájaros
cantan la canción.
Es una oración, una oración desesperada,
a que la primavera vendrá una vez más.
En una distancia lejana
recuerda el jardín la primavera.
Llora y reza con suspiros de muerte.
Regresa, suave la lluvia de primavera,
con sus colores leves.
El jardín no quiere entender que se ha vuelto viejo
y que la primavera llega solo una vez.
Luego, en la prisa salvaje,
el viento otoñal desgarra el jardín en harapos.
Y los trozos vuelan lejos,
en una chatarra única
que nunca más podrá unirse.
Agnes von Krusenstjerna, incluido en Aullido (Internet, 21 de octubre de 2022, trad. de Hebert Abimorad).
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