Quemé treinta y ocho monasterios
y quemaré algunos más:
permito antes que las monjas recen el Padre Nuestro
y además cien pequeñas oraciones.
Pero voy a luchar contra la fatalidad
de católicos que se reúnen en la suya,
se ríen, sonríen, pero se prostituyen
por el oro, se llevan todo lo mío.
Las codiciosas vacían mi bolso,
rasgan todo lo que tengo.
Ellas no olvidan en ningún momento
a su padre generoso.
Así que yo, por eso, soy un Dios,
el Dios bueno que muele el grano para ellos.
Quizá soy también una princesa,
pero una princesa que grita:
¡Enciende el fuego!
Agnes von Krusenstjerna, incluido en Aullido (Internet, 21 de octubre de 2022, trad. de Hebert Abimorad).
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Pirómana y perseguidora de la iglesia ¡y quien quema a los ateos o agnósticos?
ResponderEliminarTranquila, solo es poesía, no hace daño.
EliminarLa poesìa transmite valores y antivalores, y a veces si hace daño,a lasmentes dèbiles que no saben dicernir
ResponderEliminarNo hay mentes débiles, es algo subjetivo. Por otro lado, el derecho a la libertad de expresión, algo objetivo, debe prevalecer.
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