Turbado el papel, surgen rostros;
no saben qué vienen a hacer ahí, tampoco yo lo sé.
Nadie te ve,
armado de balanzas y cinta métrica,
babeando, con un toque de manicomio en la pupila.
La luz baja en la escalera de plata:
espejismo de los dichosos, que me pasa entre la córnea
y la retina como un velo.
Creían haberme visto.
Pero tú eres las palabras, eres la página en blanco.
Tú tienes la planilla de todos los arreglos posibles
(mi pie nunca le quedó a tu zapatilla;
tampoco mi dedo a tu anillo mágico).
Ya no te acerques. Admito que tuve visiones,
que no hubo nunca rostros desconocidos
o cascada fulgurante.
El chasquido de tu vara me ensordece.
Está nevando en mi cabeza,
cierro los párpados,
la paz es un alba decembrina en un bosque nórdico.
Si cierro los ojos por largo tiempo,
te cansarás y te irás.
Algún día, habré de limpiar todo rastro de ese envenenamiento de ti.
He de hacerte desaparecer como un corcel da la media vuelta ante un precipicio.
Françoise Roy, incluido en Nueva York Poetry (EEUU, 19 de julio de 2020, trad. del inglés por Amanda Fuller).
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