No sabes acabar este poema
porque no es tuyo.
Te llegó un día lleno de amapolas
calladas, exangües y ausentes.
Se te posó sobre los ojos
como una mariposa despistada
y te cegó,
pero sentías sus alas
tambaleantes, aturdidas, lejanas.
Hoy, su aleteo ilumina tu ceguera.
Te habla en una lengua extraña
hecha de un silencio infinito
como un campo de trigo verde
dormido bajo el sol.
Te confiesa que hay muertos jóvenes
que aún pueden oler la tierra húmeda,
muertos que viven abrazos en la hierba,
felicidades amargas que palpitan
bajo la piel del olvido,
últimos y sagrados deseos de inocentes
desaparecidos en alguna de tantas guerras,
o un hambre atávica que se filtra raíces abajo
junto al olor a pan recién hecho.
También te confiesa que hay muertos viejos
que ya no pueden oler ni recordar olores,
muertos que se han vuelto materia
en descenso hacia el centro de la tierra
donde toda la vida que hemos sido
se reduce a un punto ínfimo
que todo lo contiene.
No sabes acabar este poema
porque no es tuyo.
Es el poema de todos los que han vivido
muerte y vida voluptuosamente,
los que saben que la tumba
es el único espejo que siempre
te devuelve el mismo rostro.
Un poema que sube desde las entrañas de la tierra,
desanda tiempo y espacio,
se posa sobre tus ojos
—efímera mariposa cegadora,
y te pide desesperadamente que lo continúes.
Corina Oproae en Mil y una muertes (2016), incluido en Nueva York Poetry (EEUU, 29 de agosto de 2020).
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¡Muy buena poeta rumana, Corina Oproae!
ResponderEliminarPues si, en breve subiré otro poema suyo.
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