Hay una estación para esta madurez,
la manera de agotar el crecimiento de los árboles de completar
el fruto de la rama más alta,
el movimiento del jazmín
que trepa por los enrejados para mostrar
una sola floración a la marea de la luna nueva.
En mi jardín los bambús se arquean
sobre una porción de césped, piedras de río,
tierra removida. Sola, donde el yerbajo
crece más salvaje, pienso:
Cómo la dorada piel del mango
se rompe entre tus dientes, cómo te tragas el cielo sin costura
sobre Siquijor, tu cuerpo convirtiéndose
en una tierra entera con la que puedo intimar
desde lunas negras, sabor a tierra,
canciones de caída de río, olor del aire
antes de la lluvia, rocío de flores
con nombres raros. Sí, hay
Razón para esta madurez.
Y mi lengua te dora.
Marjorie Evasco, incluido en Lo último de Filipinas. Antología poética (Huerga y Fierro editores, Madrid, 2001, selec. de Jaime B. Rosa, trad. de Ellyde Maestre).
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Precioso y encantador poema de esta autora que no conocía. Una sintonía plena con la naturaleza.
ResponderEliminarAsí da gusto madurar.
ResponderEliminarDesde luego que si, jajajaja
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