Vidrios rotos
puño ensangrentado
Trozos de papel rotos
Un velo
guantes retirados
el aliento húmedo
Y labios exangües que rezan
Esos vestigios grabados en el barro
Hasta los cinceles
Hablarán…
Pero tú y tu garganta cortada
El ojo
mira a alguien en la esquina
Qué máquina tan singular es la mano
hecha para marcar
Mis huellas digitales en ese papel
El vaso roto con sus pedazos de vidrio al aire
y la navaja de Langres
Esta mañana fría es más aguda que mi sudor
oh manos febriles de una noche de insomnio
Cajones revueltos
Solo cosas extrañas
acumulamos a lo largo de los años
Lo desconocido viene en pequeños pasos
fotos
una niña dejada de lado
El mediodía brillará para el alma abandonada
y para sus trágicos párpados
Cortinas cerradas
solo queda la memoria
La paz y su silencio
dormir bajo los rayos del sol
el auverpin
beber a la luz del día
los bares de Saint-Séverin
Saborear finalmente el incansable olvido…
Sin embargo, esas huellas ensangrentadas lo han delatado
Paul Dermée en Nord-Sud (nº 13, París, marzo de 1918)), incluido en Aullido (Internet, 21 de junio de 2022, trad. de Daymar Toussaint).
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