La antigua forma de la mujer fue el trenzado de los cuellos de dos dinosaurios. Pero los tiempos cambiaron y también la mujer cambió de aspecto. Se hizo más pequeña más fluida más parecida a los barcos de dos mástiles (en algunos países de tres) que navegan sobre la desgracia de la lucha por la vida. Ella misma navega sobre las escamas de una paloma que lleva un cilindro de gran calibre. Las épocas cambian y la mujer de nuestros tiempos parece una hendidura para la mecha.
Andreas Embirikos en Altos hornos (1935), incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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