A la puerta de la tienda de vaqueros hace cola una multitud de sombras grises
y una figura entra y sale corriendo, entra y sale
por una puerta presa de extrañas convulsiones, como
en una película incomprensible.
En la playa hay un transistor olvidado
susurrando sus últimas noticias hacia el mar. Por él
se pelean violentamente en alguna parte todavía hoy,
o por alguna otra cosa. De niño
Tom se negó a comer casi del todo
Se quedó como una empalizada en el descuidado prado
que había fuera de casa, con su cabeza redonda y asombrada
asomando entre altramuces y perifollos
Madre le cantaba «Duérmete mi niño» para consolarlo,
entonces él rompía a llorar. Después
alguien ha volcado bloques de piedra en el camino
Es que quieren fotografiarnos y
miniaturizar las imágenes hasta la irreconocibilidad
Y las irreconocibles imágenes
nos miniaturizan hasta la irreconocibilidad
Y ahora es de noche en las calles de alguna ciudad grande,
un hombre avanza tambaleándose hasta la resplandeciente
cabina telefónica de la estación
Marca un número y dice
«Perdone que hable de mí mismo»
Mañana llamará y dirá
«Perdone, no quería decir nada»
pero nadie contesta ya, él dice
«No vas a hablar, ¿verdad?»
Y la mañana es como fiebre y guerra
en su cabeza. Echa a andar
Tua Forsström en Egentligen är vi mycket lyckliga (1976), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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