flaco ya de escalar las estaciones,
lloraba a veces por haber nacido,
y daba sus razones.
Sólo amaba el pasado en que altanero
corcel piafaba y la espada lucía,
y al evocar un valiente guerrero
bailaba de alegría.
Por todo lo que no era suspiraba,
y descansaba en su sueño indolente,
con Camelot y con Tebas soñaba,
con Príamo y su gente.
Él añoraba el renombre maduro
que a tanto antiguo nombre hace fragante,
lloraba por lo bello, hoy tan oscuro,
y el arte tan distante.
Miniver dio a los Médicis su amor
aunque a ninguno de ellos conociera,
sería empedernido pecador
si él un Médicis fuera.
Él maldecía lo convencional
y daba el traje caqui por basura.
Añoraba la gracia medieval
de la férrea armadura.
Él despreciaba el oro que buscaba,
aunque sin él se sentía molesto;
pero pensaba, pensaba, pensaba
y pensaba sobre esto.
Miniver Cheevy, tarde al mundo vino,
la cabeza rascábase pensando,
tosía y lamentaba su destino
y seguía tomando.
Edwin Arlington Robinson, incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
Otros poemas de Edwin Arlington Robinson
El don de Dios, La vida salvaje, Miniver Cheevy
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que buen poema
ResponderEliminarSi, un poema para disfrutar. No sé si conocías este poema de antes.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues si te interesa la poesía mística y religiosa en el blog hay un apartado especial con cientos de poemas. Tienes que entrar a la versión web, en las Rutas poéticas.
Eliminardale
EliminarEspero que disfrutes de las poesías.
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