trinos misteriosos de aves rezagadas,
en tus hijos despertaste a grandes voces
ensueños de imágenes doradas.
Muchas tierras vimos estos años
en el duro camino del soldado.
Avanzando por países extraños
sólo en sueños vimos el solar patrio:
cielo de tardes embrujadas,
taiga de quietud y pureza,
Amur de orillas sosegadas
con sus brumas de primavera.
Como si ojos azules el lago tuviera,
mira las grullas en rectas bandadas.
Y al salir uno al campo, la primavera
ha regado el valle con flores bordadas.
El último abedul nos es conocido.
A un grito o a una voz cualquiera,
con suaves gorjeos, con alegre ruido,
el bosque parece que le respondiera.
Y en cada murmullo casi se adivina
al lince volviendo hacia su guarida,
o al alce bajando la suave colina,
abriéndose paso, las ramas esquiva.
Todos los senderos yo los caminara
bebiéndome el agua de sus manantiales
y agotando el aire si lo respirara.
¡Mas son tan extensas mis tierras natales!
Amur de mi sueño,
un mes no me basta para yo cruzarte,
eres tan extenso...
Sólo las leyendas pueden abarcarte.
1944
Piotr Stepanovich Komarov, incluido en Antología de la poesía soviética (Ediciones Júcar, Madrid, 1974, trad. de Elva Macías y Eraclio Zepeda).
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