que son mares jubilados
igual como gente jubilada.
Se secan, se encogen, encuentran la mejor posición
para ayudar a la proliferación de la vida – cerca de la gente.
Nadie sabe quién infundió esos mares invisibles
en nuestros dormitorios repletos
(el fondo de ese mar es el suelo
y el techo la superficie.)
Debido a su rápida disminución, su densidad es de miel
y por eso no taladra las orejas de los durmientes
el crujir de paquetes anticuados de ojos de los espíritus.
Ni los padres ya no temen que sus hijos los oigan.
Ni los cuadros valiosos ya no mueren
bajo los faros de los coches;
eso son sólo las luces del explorador mal puestas.
Sin embargo, la bendición más grande de los durmientes es
que pueden ir al baño descalzos
por el poso ardiente de las bombillas quemadas.
El único problema es que el mar si alguien tiene insomnio
se enfría tanto que otros tienen que enchufarse
a las máquinas de vida.
Ama a todos los durmientes
hasta la muerte ya en la mitad de la segunda semana
así que nos preguntamos
¿qué pasa cuando la familia se traslada?
nada importante. Eso no le confunde.
Igual que todos los muebles, se coloca en cualquier lugar
en el camión de mudanza,
pero lejos del acuario
porque no soporta toda esa cantidad de agua y los peces.
Dorta Jagić, incluido en Arquitrave (Segunda época, nº 60, junio-septiembre de 2015, Colombia, versión de Sonja Manojlović).
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