Han adornado la colina de rojos brezos
como si fuese la víspera de una dulce fiesta, y el día
tarda también en desvanecerse como una amada sonrisa.
A derecha e izquierda, en la soledad del camino, los álamos
inmóviles en la escasa luz. No se mueve en ellos ni una rama.
No tiembla ni una hoja. A donde mires, todo se calla
y piensas que su silencio es una muda plegaria.
Abajo, en las laderas del monte, se ladea, hundido
en la sombra del sueño, en la turbia calma,
el querido pueblo, lejano y atardecido,
como gozoso lugar para las almas que se han vuelto santas.
Y, por encima, dos nubes que son, se diría, ángeles
vestidos de blanco, que se detuvieron con sus alas abiertas
y encontraron tan hermosa la tierra y tan dichosa
que se quedaron y se olvidaron del cielo por esta noche.
Lambros Porfyras, incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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