ahora, en mi vejez.
Como un joven, me regocijo con la noche y el día, con la claridad
de las estrellas, con los ocasos, con los amaneceres.
Como si volviese de la clase enmohecida a casa de mis padres
con tres días de vacaciones
y me fuese a Galatá y a la inmortal montaña
con su tranquila ladera.
Como si me esperasen allí mis fieles pastores de cabras
y mis compañeros, los pastores de ovejas,
para entrar con unos en los bosques mientras los demás corran
desde la cima visible hasta la fiesta de mi boda.
E, incluso, como si estuviesen preparados el queso, el requesón,
la carne, el dulce de Ios,
el kokoretzi caliente sobre las hojas de los plátanos
y el aguardiente eliótico.
Y, después, como si me llevasen al baile con sus pañuelos de seda
las pastoras y sus hijos
y, allí, donde me balanceo y me inclino y me retuerzo y me deslizo,
me gritasen: ¡Vamos, vamos!...
¡Ay! Cómo palpita a veces este corazón y tiembla despacio
y cómo me sube la sangre,
como si estuviese allí cantando con el acompañamiento del caramillo:
"Lo dicen los ruiseñores en los desfiladeros..."
Miltiadis Malakasis en Takis Plumás (1920), incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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