con espárragos blancos
de dulces y jugosas
fibras blandas. Al lado,
visto a través de la ventana,
un campo de ellos en cosecha.
Qué bien se le suman al suyo,
los sabores de la carne y
de la mantequilla.
Y, en dosis oportunas,
las pausas con vino blanco
seco que enjuaga la lengua
y la deja renovada para la
siguiente acometida.
El gusto de los espárragos
y lo que los aliña viene
en oleadas; después de la primera éste se afina
y se asienta en lo profundo.
Casi tras el paso por el paladar
ya ha ocurrido la maravilla
de la mezcla, como la memoria
mejorada de lo gustado,
con cada ingrediente en su lugar.
William Agudelo, incluido en Arquitrave (Segunda época, nº 58, enero-marzo de 2015, Colombia).
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Tres
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Interesante reflexión,muy comestible.
ResponderEliminarSaludos.