trato de desentenderme de mi responsabilidad por el futuro
En verdad no fui lo suficientemente claro
Los celotes me acusaban de timorato
y los saduceos de locura revolucionaria
mientras los romanos me tomaban por un celote
que quería derribar el estado
Yo acepto el estado, por ahora,
en espera de que se haga superfino
Acepto el sufrimiento, por ahora,
mientras las armas sólo sean clavos
Pero espero haber sido claro al menos en un punto:
el poder del césar no viene de Dios
y nosotros no somos malos
Es el césar el que nos consume, no nosotros,
son sus caprichos lo que satisfacemos
incluso cuando creemos actuar libremente
A menudo nos confundimos mutuamente con él
nos interrumpimos en medio de una conversación y decimos
fríamente: mi cabeza la conservo yo, muchas gracias—
no confundamos amabilidad con abnegación
Entonces se oye de repente el obsesivo sonido de su corazón
Tened cuidado, para que no os quedéis sordos por eso
Tened cuidado, para que no creáis que es el vuestro
Pero nadie escucha; el tintineo de las monedas llena
los oídos, y además a mí me dan por muerto
Tengo que convencerme a mí mismo para dejar de preguntar:
¿Es acaso pecado la falta de claridad? ¿O aún más
aclaraciones hubiesen hecho de mí un maldito incomprendido?
El día es blanco como un muro con venas incrustadas
¡Discípulos y anunciantes, mirad hacia aquí! ¡Tengo sed!
Haced un producto de mi situación
dadme una vida eterna.
Björn Håkanson en Kürlek i Vita Huset (1967), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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