La señora está transida de frío
la señora está cansada de todo
la señora no sabe navegar en las sombras
la señora lleva el cuchillo a la altura del pecho
los altoparlantes ahuyentan a los curiosos descalzos
la señora solloza pensando en su seno sangrante
el orador callejero
alude al canto de las sirenas
las lágrimas de la señora fecundan el buen humor de la multitud
un individuo muy digno toma notas apresuradamente
demasiadas lágrimas
los letreros luminosos toman notas serenamente
un seno, solamente un seno
no puede vencer al cálculo de probabilidades
la buena señora confunde el canto de las sirenas
con el canto de la vida
y sonríe
el orador ha cumplido su misión
el señor muy digno se tranquiliza
los letreros luminosos se apagan
ha terminado el espectáculo
detrás de los que se retiran
queda inmóvil la pupila insaciable.
Aldo Pellegrini en La valija de fuego (1952), incluido en Antología de la poesía surrealista latinoamericana (Editorial Galache, México, 1974, ed. de Stefan Baciu).
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