Sol, asnos flacos, moscas,
viejas botas de un soldado
que han pasado de mano en mano, y un campesino que fija los ojos en el vacío:
—A principios del año nuevo
mis manos se llenarán sin duda de monedas
y me compraré estas botas.
El grito de un gallo que huyó de la jaula; y un pequeño beato:
—Nada rasca tu piel mejor que tus uñas. Y: —El camino al infierno
está más próximo que el del paraíso—. Y moscas
y segadores cansados:
—Han sembrado y no hemos comido,
pero cuando sembramos nosotros, los humildes, ellos comen.
Y los que vuelven de la ciudad: —¡Oh, fiera ciega!
Por ella caen nuestros muertos, los cuerpos de las mujeres
y los soñadores honrados.
Mugidos de vacas, la vendedora de pulseras y perfumes
que se arrastra como negro escarabajo: —Mi querida alondra, ¡oh Sodoma!
El perfumista no arreglará lo que el destino, caprichoso, echó a perder.
Y fusiles negros, un arado, un fuego
que se extingue, un herrero a cuyos párpados sangrientos ronda el sueño:
—Los pájaros augurales caerán siempre sobre sus semejantes
y el mar no será capaz de lavar las culpas ni las lágrimas.
Y el sol en el corazón del cielo
y las vendedoras de uva reuniendo las cestas:
—Los ojos de mi amado son dos estrellas
y su pecho es la rosa de la primavera.
El zoco queda desierto y las pequeñas tiendas y las moscas
cazadas por los niños, y el horizonte lejano,
y las chozas bostezan en los palmerales.
Abd al-Wahhab al-Bayati, incluido en Antología de poesía árabe contemporánea (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1972, ed. y trad. de Leonor Martínez Martín).
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