En este rincón de la tierra habíamos armado el mundo: un jardín con flores y frutas y algunos animales pequeños. Creíamos que el perfume, como un alambre de púas, ahuyentaría a las fieras y a los hombres. No sabíamos nada sobre el arte del refugio.
Vinieron los tigres y los pájaros. Ahora descansan. El tiempo para ellos es abrir una naranja y ver caer el jugo entre las hojas. También llegaron los hombres. Viven igual que los tigres.
Primero el padre, después los hijos nos usan el cuerpo como una casa.
Soledad Castresana en Contra la locura (2014), incluido en El hilo dorado. Muestra de poesía argentina reciente (Vallejo & Co., Perú, 2015, ed. de Enrique Solinas).
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