Yo soy como el monarca de un lluvioso país,
Rico, mas impotente, joven, pero decrépito,
Que despreciando halagos de sus educadores,
Se aburre con sus perros y animales domésticos.
Nada puede alegrarlo, ni batidas, ni halcones,
Ni ese pueblo que muere al pie de su balcón,
La grotesca balada del bufón favorito
Ya no distrae la frente del enfermo cruel;
Su blasonado lecho, en tumba se convierte,
Y las damas, que a todo príncipe hallan hermoso,
No aciertan a encontrar el impúdico adorno
Que obtenga una sonrisa del joven esqueleto.
El sabio que fabrica su oro, nunca pudo
Extirpar el humor que corrompe su ser,
Y los baños de sangre de la época romana,
Que usan los poderosos en sus enfermedades,
No han podido entibiar a ese torpe cadáver,
Por cuyas venas corre verde agua del Leteo.
Charles Baudelaire en Las flores del mal (Alianza Editorial, Madrid, 1984, versión de Antonio Martínez Sarrión).
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