Miles de dioses reptan por el suelo, se elevan en espiral, llenan el aire de remolinos y de plumas,
una cosecha de dioses que desde la cumbre de la montaña se precipita hasta el mar,
dioses que comen y vomitan, ordeñan furtivamente, pisotean la tierra, prenden fuego a los bosques,
esconden ropas, derraman leche, carbonizan colmenas, malgastan azafrán,
se construyen sus templos de rayos sobre la ciudad, dejan que las serpientes piquen en los
anzuelos y que los tiburones lloren como niños dentro de bancos de arena.
¡Qué difícil es vivir con los dioses, qué imposible es vivir contra ellos!
Quién será el pobre héroe humano que entable combate con los dioses,
qué hacha llegará a sus raíces, las raíces de los dioses enterradas en cada hombre,
quién las arrancará de la carne, del fondo del agua de los sueños y de las tinieblas de la sangre,
dioses que huyen para volver por lugares imprevistos,
dioses con su peligrosa felicidad y sus llaves de fuego,
dioses con ombligos de aire y ojos que flotan como burbujas en el agua.
Pero, ¡arráncalo, arranca del nido de las entrañas al dios que grita,
como se arranca el dolor de la raíz del diente!
La primera libertad es liberarse de los dioses, después vienen las demás libertades, también la
liberación del tirano,
que es lo mismo que liberarse del miedo (el hombre que se deja morder por una cobra
es un tirano, el hombre que se sienta en medio del fuego pintado de cal
es un tirano, el milagro es poder y el poder es vida sojuzgada):
¡arranca las sangrientas raíces de los dioses aunque griten como las mandragoras de las leyendas!
Artur Lundkvist en Ogonblick och vágor (1962), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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COMBATIR CONTRA LOS DIOSES QUE GRAN HAZAÑA
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