Desde su húmedo hogar
subió el lucio al árbol para cantar.
Cuando las nubes grises
dejaban ver la luz del día
y el mecer de las risueñas olas
se despertaba en la bahía,
subió el lucio a la copa del abeto
para mascar la pina roja.
Habrá visto, oído o venteado,
o de la punta de la pina saboreado
el resplandor indecible
del rocío de la mañana
cuando abriendo
su huesuda boca
alargando
su mandíbula
berreó una canción
tan salvaje y grave
que al instante callaron los pájaros
como si les hubiese caído encima
todo el peso de las aguas
y el abrazo frío
de la soledad.
Aaro Hellaakoski en Jaapeili (1928), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
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