Encarcelado en una jaula, ruiseñor mío, te quejas
y has empezado a olvidar tu melodiosa voz.
"En otro tiempo, cantaba por los bosques
y gozaba de la naturaleza, antes de que me cortaran las alas.
Ahora, sin embargo, esclavizado,
lloro, desgraciado, y lloro.
Antes de que me cegaran, veía la llanura, las montañas,
el verde prado y el brillante cielo,
y, junto a la fuente fría y al rosal,
el dulce céfiro movía mi perfumado nido.
Ahora, sin embargo, ciego,
lloro y lloro, desgraciado.
Cuando vi que me iban a encerrar en la jaula,
intuí que también iban a privarme de la luz".
"Bien lo intuiste. Los esclavos viven amargamente en las sombras
y entre el trabajo y la oscuridad comienzan a decir:
Esclavizado, ciego,
solloza, desgraciado".
"Si no canto y oculto mi pena en mi interior,
el tirano, lleno de cólera, me privará incluso del alimento.
¿Qué voy a hacer? Canto y, con mi lamento,
compro la amarga comida del día.
Esclavizado, ciego,
lloro y lloro, desgraciado".
"Hubo un cantor antiguo idéntico a ti.
Ruiseñor del Helicón, dios de la poesía,
pero ciego y pobre hasta su muerte,
se ganó la vida con sus melodiosos cantos,
y pobre y ciego
cantaba el desgraciado".
Aléxandros Soutsos, incluido en Antología de la poesía griega. Desde el siglo XI hasta nuestros días (Ediciones Clásicas, Madrid, 1997, ed. de José Antonio Moreno Jurado).
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