A Nicolás Azcárate
Murió la luna; el ángel de las nieblas
Su cadáver recoge en blanca gasa;
Y en su manto de rayos y tinieblas
El Dios del huracán envuelto pasa.
Llueve y torna a llover; el hondo seno
Rasga la nube en conmoción violenta,
Y en las sendas incógnitas del trueno
Combate la legión de la tormenta.
¡Qué oscuridad! ¡qué negros horizontes!
¡Hora fatal de angustias y pesares!
¡Ay de aquellos que viajan por los montes!
¡Ay de aquellos que van sobre los mares!
¡Cuántos niños habrá sin pan ni techo
Que se lamenten de dolor profundo!
¡Cuánta pobre mujer sin luz ni lecho!
¡Cuánta pobre mujer sola en el mundo!
Salta preñado el río sobre el llano
Y amenaza a los buenos labradores,
Y encuentran los insectos un océano
En el agua que rueda entre las flores.
Cansado un marinero se arrodilla
En la cubierta del bajel errante,
Y en vano busca en la lejana orilla
El faro salvador del navegante.
¡Qué triste noche! y en mi hogar en tanto
Todo en el orden y en la paz reposa;
Duerme mi niña en su silencio santo,
Y se entretiene en su labor mi esposa.
Sentimos ella y yo las agonías
Que sufre el hombre de diversos modos;
Me acuerdo yo de mis revueltos días,
Y nos ponemos a rogar por todos.
Juan Clemente Zenea, incluido en Antología de la poesía cubana (Verbum Editorial, Madrid, 2002, ed. de José Lezama Lima).
Otros poemas de Juan Clemente Zenea
En días de esclavitud
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: