En Shu me encontré con un monje que,
abrazado a un laúd y
enfundado en seda verde
descendía por la falda occidental
del Monte E-Mei.
Cuando templó para mi las cuerdas,
escuché el lamento de diez mil pinos
en los valles de la montaña.
Mi corazón se purificó
como las aguas que fluyen;
los dilatados ecos se mezclaron
con las campanadas del templo,
y no advertí que los verdes montes
se tornaban plomizos,
ni que las nubes otoñales
oscurecían las colinas,
pliegue tras pliegue.
Li Bai, incluido en Poetas chinos de la dinastía Tang (618-907) (Visor Libros, Madrid, 2000, selec. y trad. de C. G. Moral).
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¡Excelente!
ResponderEliminarPoéticamente se puede amar a la naturaleza. No estoy diciendo que de otras formas no se pueda también amar; pero la poesía, lo dice con el lenguaje embellecido.
Puedes decirlo abiertamente, aquí lo compartimos: la poesía es la mejor manera de mostrar el amor por la naturaleza. Un abrazo.
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